En el prolongado debate público entre la Presidente y el Gobernador respecto a las responsabilidades por el pago del aguinaldo a los empleados públicos de la provincia de Buenos Aires, la cuota de elemental racionalidad para desactivar el conflicto en lo inmediato la aportó Diego Maradona: “Peléense entre ustedes, pero no afecten a los trabajadores que nada tienen que ver”.
Que eventualmente las declaraciones de Maradona repercutieran eficazmente para solucionar un conflicto entre los más altos niveles de responsabilidad de gobierno, indica a las claras el nivel de frivolidad que alcanzó el debate. Las opiniones de supuestos oficialistas y supuestos opositores que rodearon el cruce de acusaciones ni merecen ser consideradas, por basarse ya sea en la obsecuencia irrestricta o en la crítica oportunista sin soluciones. Sin embargo existen varios elementos trascendentes a ser evaluados, para que la reflexión política no se agote en lo anecdótico.
En primer término presentar a Maradona como circunstancial partícipe en la solución del conflicto político parecería una ironía, pero por el contrario, arroja una profunda enseñanza: ningún político es tan todopoderoso como para enfrentarse a un ídolo, que adquiere la condición de tal por haber generado emociones inolvidables e irrepetibles que trasvasan todas las clases sociales, generacionales y diferencias ideológicas. Cuando sus opiniones son irrelevantes o sus acciones reprobables, se guarda un piadoso silencio o se formula una tibia crítica. Cuando en pocas palabras dice lo que lo que la mayoría piensa, el político corre presuroso para corregir su necedad; no queda lugar para la soberbia. Desde el poder, los ídolos provocan temores durante su vigencia, y revanchismos en su ocaso. Un solo ejemplo: el aislamiento deportivo-laboral al que fué sometido el boxeador “Mono” Gatica luego de la Revolución de 1955, tan solo por su declamada e inocente adhesión a Perón. Ello indica que es falaz justificar obsecuencias de los entornos presidenciales en el temor que genera el líder de turno: el verdadero temor es a perder las prebendas que el líder otorga.
El conflicto fué presentado por determinados sectores como un disciplinamiento al que fué sometido Scioli por parte de la Presidente, porque osó manifestar expectativas presidenciales para la elección del 2015. Aún si así fuera, la anécdota sería irrelevante. Analicemos en primer término las personalidades de los actores excluyentes en el conflicto, que se transmiten a sus formas de conducción y comunicación. No nos explayaremos en la Presidente, porque ya sea a favor o en contra, monopoliza el 80 % de los análisis políticos. Es más importante intentar una aproximación a la personalidad de Daniel Scioli. Entenderla cobra relevancia no solo por su rol de gobernador, sino fundamentalmente como canalizador de una corriente aún muy subterránea de “oposición” para el próximo recambio presidencial, inicialmente dentro del nucleamiento político que ejerce el gobierno. La palabra “nucleamiento” no es casual: en nuestro país desde hace años no existen partidos políticos, incluído el justicialista, sino una “cadena” de poder que se regenera desde sus propias entrañas. Siempre hemos sostenido que esta situación es la más crítica para un país, y aún para la propia Presidente, quien debe estar negociando permanentemente con diversos grupúsculos corporativos guiados por intereses sectoriales, ajenos totalmente a los teóricos debates ideológicos que tanto entretienen a los intelectuales.
Hoy, esa corriente subterránea interna y tibiamente externa se encarna en Daniel Scioli, quien paradójicamente no es opositor, sino por el contrario, desde lo discursivo un firme y verticalista defensor de quien encarna el “modelo”. Las encuestas lo presentan con una “imagen” muy elevada, inclusive superior a la de la propia presidente. Lamentablemente las encuestas se reducen a lo numérico, sin incursionar en el análisis sociológico, que justifique los porcentajes de imagen transmitidos a la opinión pública. Con su habitual precisión, Maquiavelo expresaba hace más de 500 años en relación a la imagen de los gobernantes: “Lo que parece virtud es causa de ruina y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad”, para luego señalar en relación al príncipe: “Todos pueden ver, pero pocos tocar…. muy pocos saben lo que realmente eres”. Por lo tanto seguiremos el consejo de Maquiavelo, y no consideraremos la imagen para desentrañar quien es Scioli, o cualquier otro político.
La pasividad ante los agravios y silencios de Scioli dieron lugar a que analistas políticos lo denominaran “estoico”. La escuela Estoica nació en Atenas hacia el año 300 a.C., y su ética se desarrolla en un universo regido por la razón. El ideal de los estoicos es vivir de acuerdo con la naturaleza; para ello uno debe superar la intranquilidad que generan las pasiones, que se dominan mediante la apatía. Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan solo siendo ajeno a las comodidades materiales y la fortuna externa, dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud. Salvo por la apatía, no pareciera el estoicismo un campo adecuado para nuestros políticos.
A la sofisticada especulación del estoicismo, analicemos la pasividad y silencios de Scioli (cuando pretende definir algo también se lo puede considerar silencios), desde la simpleza. En su novela “Desde el jardín”, Jerzy Kosinski escribe sobre una historia desarrollada en Estados Unidos, en la que el personaje Mr. Chance, brillantemente interpretado por el fallecido Peter Sellers en la película del mismo nombre que el libro, es un jardinero con cierta limitación mental, cuyo único mundo es su jardín, su alcoba y la televisión. Presta servicio en la mansión de un anciano e influyente millonario, al que visita el propio presidente. En una conversación de alta política relacionada con una crisis económica en el país, en determinado momento su patrón millonario le pide a Chance su opinión. Este, que solo sabe de su jardín, y pensando en la poda de los árboles enfermos, expresa: “Mientras no se hayan seccionado las raíces todo está bien y seguirá estando bien”. Sus simples reflexiones botánicas son tomadas por el millonario y el presidente como una sabia metáfora, al punto que en un posterior reportaje televisivo el propio presidente repite la frase para explicar las perspectivas de evolución del país ante la crisis económica. La investigación sobre Scioli se va acotando: será un estoico o Mr. Chance?
En la próxima reflexión analizaremos el conflicto Nación – provincia de Buenos Aires desde lo estrictamente técnico, que excede lo jurisdiccional para repercutir en todas las provincias.