Para entender la continuidad
temporal de la sólida trama política-judicial-gremial-empresaria de nuestra
corrupción estatal-privada, e intentar detectar las matrices de saqueo primero
e impunidad después, es necesario interrelacionar a estos sectores. Los
negociados de impacto en los presupuestos públicos presentan una vía delictiva
unidireccional: el funcionario facilitador como eslabón interno, y el
empresario receptor asociado como eslabón externo, quien retorna a los
funcionarios partícipes parte de sus beneficios desmesurados obtenidos a través
de sobrecostos y/o incumplimientos contractuales. Con este esquema recurrente
colabora el habitual fárrago de acusaciones cruzadas entre políticos, buscando
mimetizar a honestos denunciantes con deshonestos encubridores. Sin embargo hay
un factor común en este vocinglerío: se evita formular acusaciones concretas contra
los empresarios cómplices. Cuando sus nombres se hacen público, es debido a
investigaciones periodísticas.
Para referirse a los
empresarios en supuestos casos de corrupción, los políticos, aún los de
izquierda, apelan a títulos, pero sin contenido. Los más conocidos son “grupos
económicos concentrados” y “sectores financieros privilegiados”. El histórico
“oligarquía vacuna”, con la tecnificación del campo perdió actualidad. En este
contexto, no es extraño que resulte difícil encontrar políticos que realicen
denuncias de carácter personal consistentes; solo se limitan a repetir publicaciones
periodísticas. Los escasas excepciones corresponden a mujeres: Carrió, Ocaña,
Stolbizer. En disenso con lo expresado, se podrían citar innumerables casos de
empresarios expuestos por su relación prebendaría con el Estado. Pero en el
campo literario de las biografías, identificándolos enigmáticamente como
“grupos de poder o dueños de la Argentina”, sin formular acusaciones formales. O
en casos judiciales, utilizándolos solo para relacionarlos con adversarios
políticos, o frontón para negociar impunidad con el poder de turno. A nivel
judicial, a diferencia del juez Moro en Brasil, no se los investiga para
determinar culpabilidades, y una vez obtenidas las evidencias, negociar delaciones
que involucren, ahora sí, a los funcionarios públicos partícipes en la
corrupción. Consideremos dos casos icónicos: Héctor Magnetto y Franco Macri.
Está demás señalar que los
medios de comunicación son un instrumento de poder, directamente proporcional a
la cantidad de usuarios. La relación Kirchner-Clarín fue excelente (se avaló la
fusión Cablevisión-Multicanal), hasta que se produjo el conflicto del campo, y
Kirchner perdió en 2009 la elección de diputados. Inicialmente se arremetió
contra su directora Herrera de Noble, y ante la escasa repercusión pública, se proyectó
a la fama al hasta entonces ignoto Magnetto. El resto de la historia, aún
vigente, es conocida. Pero jamás se acusó a directivos de Clarín de delitos
económicos en connivencia con funcionarios del Estado. La utilidad de Magnetto consiste
en invocarlo para disimular responsabilidades políticas. De igual modo, la
historia de Franco Macri es ampliamente conocida, sea por su actividad privada,
o como contratista del Estado a través de sucesivos gobiernos. Tampoco se le
formularon acusaciones concretas que lo asocien a funcionarios públicos del presente
o pasado. El objetivo no es el patriarca Macri, sino utilizarlo para echar
sospechas sobre su hijo, actual presidente.
Este principio de
invisibilidad empresarial se prolonga a la Justicia. En el caso Ciccone a cargo
del juez Ariel Lijo, este limitó su investigación a Boudou y su entorno, sin
avanzar sobre quienes se sospecha proveyeron los fondos para la compra de la
empresa: Banco Macro, de Jorge Brito, y London Supplay, cuyo principal
directivo es Miguel Castellanos. No es casual que empresarios asociados al
poder político, que lucraron e intermediaron enormes recursos del Estado, evadieron
impuestos y aportes laborales, y en muchos casos dejaron un tendal de despidos,
no sean objeto de denuncias o investigaciones. Recordemos solo a Gvirtz, Spolzki
y Garfunkel en medios de comunicación; Otero en la terminal de Retiro; Cirigliano
como concesionario de transportes; Esquenazi accionista en YPF; Rasic a cargo
de Cresta Roja; Angeli en Sol Líneas Aéreas; Farcuh en OCA. Todos ellos
mantienen alto nivel de vida, sin ver afectados sus patrimonios. En Argentina
no hay, como en Brasil, un juez Moro.
Buenos Aires, 26 de abril
2017