Para analizar el escándalo generado por el partido trunco entre River y Boca, y considerando que los diagnósticos, personajes y consecuencias se repiten hasta el hartazgo sin soluciones, es oportuno rescatar aspectos claves dentro de la hojarasca informativa, relacionados con la patología delictiva deportiva. Para comenzar, transparentaré mis preconceptos futboleros: soy de Independiente. Ello me habilita a considerarme una de las primeras víctimas de las supuestas intervenciones del Papa Francisco en nuestros ásperos temas domésticos. En el año de su elección, sin disimulo sacó campeón a los “santos” de Boedo, y mandó al descenso a los “diablos rojos” de Avellaneda. Por ello me tranquiliza que el clan Moyano que hoy nos conduce, cuente al menos con la protección religiosa del arzobispo de Lujàn Agustín Radrizzani.
Pasando al contexto en el que se desarrolló el escándalo, destacaremos el más esclarecedor y absurdo. La inmanejable puja de poder y negocios multimillonarios que interrelacionan a políticos, empresarios, sindicalistas, poder judicial y barras bravas criminales como apoyo logístico dentro del negocio del fútbol, se realiza bajo el paraguas de las llamadas “entidades sin fines de lucro”. Mejor fachada para blanquear ilícitos como lavar dinero, comercializar droga y ejercer aprietes de todo tipo, es imposible. En cuanto a lo discursivo, así como en política la corrupción se intenta ocultarla invocando la defensa de los más pobres, en el fútbol se apela a “la pasión popular”. Resaltar esta contradicción no pretende promover la privatización de los clubes, sino legislar, controlar y actuar para que no se utilicen a las entidades deportivas como fachadas virtuosas de escandalosos lucros. Y comprender que las barras no son difíciles de erradicar, sino por el contrario, son mantenidas y/o soportadas por políticos, sindicalistas, empresarios, jueces y fiscales corruptos o complacientes, difíciles de erradicar. Conglomerado que incluyó recientes apoyos clericales. Debemos recordar que en las clásicas mafias de mediados del siglo XX, no mataban los “capos” sino sus sicarios.
Para sustentar lo expuesto, en primer lugar se debe efectuar un reconocimiento al periodismo. Todo lo que sabemos relacionado con entramados, maniobras delictivas, imágenes probatorias y antecedentes de cientos de barras, los aporta casi exclusivamente el periodismo. Las autoridades, jueces y fiscales no miran, no leen, no escuchan. El segundo aspecto, error en el que sí caen muchos comunicadores, es utilizar el encubridor artificio de la generalización, cuya frase paradigmática sería “la sociedad está enferma”. La enferma por dinero y poder son las dirigencias, como indican dos antecedentes recientes: 1) las olimpíadas de la juventud se desarrollaron con sorprendente éxito de público y sin incidentes. No hay que profundizar sobre las causas: no había negocios multimillonarios con rápidos retornos. 2) en la semana del escándalo, se desconcentraron más de 60.000 espectadores que asistieron al estadio de Boca para presenciar un entrenamiento, y días más tarde otros 70.000 estafados asistentes al estadio de River, tras permanecer horas hasta la suspensión del partido. En ambos casos no hubo desmanes. Sin política sucia, la sociedad no está tan enferma.
Pasemos a lo institucional. En los desmanes del sábado hubo 16 detenidos por atentado y resistencia a la autoridad. En menos de 24 horas la jueza María Julia Correa los dejó libres porque “los soldaditos” no tenían antecedentes, sin realizar ninguna investigación preliminar. Ningún fiscal apeló. En la investigación del juez Luis Armella por asociación ilícita entre dirigentes y barras bravas en Independiente, el secretario del club “Yoyo” Maldonado declaró desconocer porque en el partido con Flamengo por la final de la Sudamericana en el 2017, se vendieron 36.000 entradas y hubo 54.000 espectadores. La causa “Fútbol para todos” a cargo de Servini de Cubría desde el 2015, fue elevada a juicio oral sin que la jueza indicara el destino de los 760 millones de pesos desaparecidos en el tránsito de fondos entre Jefatura de Gabinete y AFA. A nivel legislativo, las incapacidades, desinterés o complicidades se reflejan en un vicio que los políticos manejan a la perfección: el oportunismo. Ante los sucesos reapareció Scioli, recordando que su gobierno había presentado una propuesta de reforma del Código Penal incorporando la figura del “barra brava”. Al preguntársele por el resultado del proyecto, Scioli respondió impertérrito: perdió estado parlamentario.
Bastas de falsas promesas y discursos. En lo inmediato se puede sugerir: a) llamar a sesiones extraordinarias para implementar una seria reforma al Código Penal que incorpore la problemática delictual en el fútbol; b) que instituciones como el Colegio de Abogados, FOPEA y Usina de Justicia, elaboren un informe detallado del avance de todas las causas judiciales relacionadas con el fútbol.
Buenos Aires, 29 de noviembre 2018