Las falacias, sinónimo de engaño,
son argumentaciones psicológicamente
persuasivas pero incorrectas. Es habitual su uso en el discurso político, y
para enmascarar la corrupción invocando fines virtuosos, como Patria; defensa
de los humildes; derechos humanos. Pocos prestan atención al “como” se
implementan tan altos objetivos. Entenderlo, explicará porqué la política de
subsidios del último gobierno justicialista-kirchnerista, se instrumentó para
enriquecer a funcionarios y empresarios asociados a través de los conocidos
“retornos”, superando a los sobrecostos de obras públicas.
La problemática de los subsidios
y regímenes promocionales estatales no es nueva, ni tampoco lo son sus resultados,
manifestados en históricos vaciamientos de organismos e instituciones
financieras públicas. Baste recordar al ex Banco Nacional de Desarrollo, liquidado
en 1995, y las pérdidas económicas de los bancos Nación y Provincia de Buenos
Aires en el 2002, causadas por deudores enriquecidos aceptados como morosos irrecuperables.
Los perjuicios se agudizaron durante el gobierno anterior, por tres razones
interrelacionadas: 1) una continuidad política de subsidios de doce años; 2) se
subsidiaron por igual a ricos y pobres para facilitar el flujo masivo del
dinero; 3) el dinero público se intermedió a través de prestadoras y
concesionaria integradas a la trama de complicidad , en lugar de trasladarlos directamente
a los sujetos pasibles de subsidio. O sea, la tormenta perfecta de la
corrupción. Ante tan obvia metodología, resulta inexplicable el silencio de
supuestos opositores, defensores de consumidores, y de quienes hoy apelan al
clásico travestismo político: “yo nunca fuí kirchnerista”.
Como resultado del cambio de
gobierno en diciembre del 2015, que interrumpió el néctar del dinero público envasado
en subsidios y sobreprecios, los multimillonarios empresarios intentan readecuar
tarifas, o bien abandonan en tropel sus negocios de riesgo patrimonial cero, dejando
un tendal de desocupados.
En los grandilocuentes e
insípidos debates por las tarifas, nadie aclara qué parte de las obligaciones
contractuales fueron subsidiadas. Incluían el mantenimiento y ampliación de servicios?
En caso afirmativo, porqué no se controló su cumplimiento? Si no los incluían, porqué
los grupos empresarios nacionales y extranjeros de prestadoras como Metrogás,
Camuzzi, Edenor, Edesur, entre otras, continuaron al frente del negocio? Quizás
porque los subsidios eran a costa de inversiones, y les aseguraban sus
ganancias, y el monto a devolver a los funcionarios como “retornos”? Doce años de
continuidad política crean fuertes vínculos entre gobiernos y empresarios
prebendarios. Un ejemplo. Ante la acusación de enriquecimiento ilícito contra
Daniel Scioli, que incluía dos estancias en Tandil, se presentó ante el fiscal
Garganta el empresario italiano Stefano Garilli, declarándose su propietario. Señaló
que las alquilaba a Scioli cuando este lo requería, dada la buena relación
entre ellos. Quién es Garilli? Hermano de Fabrizio, presidente del holding que
en Argentina controla a Camuzzi Gas.
En casos de negociados “persona a
persona”, ante el cambio de gobierno los multimillonarios no perdieron el
tiempo. Spolzki y Garfunkel abandonaron sus medios de comunicación; los
hermanos Rasic huyeron de la avícola Cresta Roja; Horacio Angeli despareció de
Sol Líneas Aéreas. En su momento, los hermanos Cirigliano se habían declarado
insolventes para no afrontar los costos de la tragedia ferroviaria de Once; el
banquero Esquenazi vendió a “buitres extranjeros” sus acciones de YPF, pagadas
no con capital propio, sino a costa de inversiones. Un caso representativo del uso
de la pasión popular como vehículo de corrupción, es Fútbol para Todos. La
dirigencia de clubes y de la AFA, cobija a funcionarios, legisladores, jueces,
fiscales, gremialistas, empresarios, multinacionales, intermediarios, barras
bravas. El diálogo “multipartidario” fluído entre ellos, concluyó con la
desaparición de millones de pesos del Estado, democráticamente distribuidos en
bolsillos de derechas e izquierdas. Deportivamente, con clubes disfrazados de
entidades sin fines de lucro fundidos, campeonatos disparatados, descensos de
Ríver e Independiente sumidos en el saqueo. Hoy, este colectivo dirigencial culpable,
reclama impávido: “si el Estado no nos da más plata, no jugamos”.
Buenos Aires, 25 de agosto 2016
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