Decíamos en la última newsletter que el desprestigio del término
“ajuste” aplicado en respuesta a crisis económico-sociales terminales, se
justifica por los antecedentes. La primera contradicción, es que lo aplican los
mismos sectores políticos, empresarios y gremiales que generaron las crisis, empleando
en los anuncios indicadores económicos “macro” (globales), para no modificar los
vicios estructurales concretos que les permite mantener prebendas. No es casual
que en las últimas cuatro décadas se repitieran cíclicamente “ajustes viciosos”.
Es oportuno ejemplificarlos recordando el más reciente, engañosamente llamado “crisis
del 2001”, en lugar del 2001-2002.
Marzo 2001.- Tras diez años de
gobierno justicialista y con un déficit fiscal 7.350 millones de dólares, a 15
meses de asumida la presidencia De la Rúa designó a López Murphy como Ministro
de Economía. Se anunció un severo ajuste fiscal por 2.000 millones de pesos/dólares,
con recortes de fondos en las áreas de salud y educación, recortes en
jubilaciones por 127 millones, achique y recorte en los programas sanitarios
por 50 millones, un aumento del IVA del 15 al 21 % para espectáculos
culturales, fútbol, teatro y cine, despido de 40.000 empleados públicos,
flexibilización laboral, y recortes en las indemnizaciones por despido, entre
las medidas más resonantes. López Murphy duró solo 15 días en su cargo.
Agosto 2001.- Los legisladores
sancionaron la ley 25.466 de “Intangibilidad de los depósitos” de los
ahorristas, que redundantemente expresaba que todo depósito captado por
entidades financieras eran intangibles, por lo que el Estado nacional no podría
alterar las condiciones pactadas. Fue un cínico engaño a los ahorristas.
Diciembre 2001.- El ministro Cavallo, reemplazante
de López Murphy, estableció la restricción del dinero en efectivo depositado en
bancos, con un tope de extracción de 250 pesos/dólares mensuales. A los pocos
días cayó el gobierno de la Alianza, generándose una inédita rotación de
dirigentes peronistas en la ocupación provisional de la presidencia. Se destacó
un eufórico Rodríguez Saá, que declaró el no pago de la deuda externa,
provocando la ovación de los legisladores presentes.
Enero 2002.- En medio de un caos político, el 03 de enero asumió la presidencia Eduardo
Duhalde, quien de inmediato derogó la convertibilidad y pesificó los créditos
en dólares. La devaluación inicial del 40%, en pocos días se duplicó. El
corralito se transformó en corralón, confiscándose el ahorro privado con
distintos plazos de devolución, según fueran pesos o dólares (éstos a 10 años).
Por el contrario, a importantes empresas privadas y entidades financieras se
les estatizó gran parte de sus deudas en dólares. La pobreza, que en diciembre
era del 22%, alcanzó el 53%; la desocupación del 18,30% en diciembre, subió al
21,5% en el 2002. El severo ajuste fiscal de 2.000 dólares intentado por López
Murphy, 10 meses más tarde constituía un retoque numérico menor. Pero nada
cambió. La pobreza del 22% en diciembre del 2001, en diciembre del 2015 era del
29%.
Este cercano antecedente de “ajuste vicioso” llamado cínicamente por los políticos “patriótico”, permite destacar dos inconvenientes a sortear para manejar en la actualidad alternativas que permitan un inédito ajuste “virtuoso”. Ellos son:
1.- Los principales actores políticos, empresarios y gremiales del 2001-2002, tienen plena vigencia. Con el agravante que el oportunismo destruyó identidades políticas y partidos consolidados. Hoy, ni el más avezado politólogo podría diferenciar entre los variados justicialismos, radicalismos, progresismos y afines. Basta mencionar que de las tres principales fuerzas que compitieron por la presidencia hace menos de 24 meses, el Frente para la Victoria y el Frente Renovador no participan como tales en la legislativa de este año.
2.- El crecimiento desmesurado de las estructuras estatales, acompañó y/o protegió el crecimiento inédito de la corrupción estatal-privada. Históricamente circunscripta a cúpulas, en la última década se “democratizó”, extendiéndose a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, fuerzas de seguridad, contratistas y/o proveedores del Estado, gremialistas empresarios, Universidades, Fundaciones, Cooperativas y entes relacionados con la Cultura. Con tres factores comunes: 1) saqueo de los recursos públicos; 2) involucrados autoproclamados “defensores de los pobres”; 3) una sólida trama político-judicial que asegura total impunidad.
Dicho esto, comencemos a desbrozar conceptos para un posible “ajuste virtuoso”.
Buenos Aires, 26 de julio 2017