miércoles, 24 de abril de 2013

DEMOCRATIZACIÓN, MANIFESTACIÓN Y CORRUPCIÓN


En los últimos días se produjeron hechos políticos de trascendencia, y como ya es habitual, se enmascararon causas y contradicciones mediante grandilocuencias y  mensajes épicos desde los niveles políticos, matizadas con las inevitables frivolidades en determinados espectáculos mediáticos.

En esta vorágine comunicacional, bienvenida en un sistema democrático con pluralidad de opiniones, ya que es responsabilidad individual interpretar mensajes y establecer  intenciones y objetivos, es oportuno destacar determinados aspectos que nos permitan reflexionar alejados de la categoría emocional de “les creo o no les creo”, o si se es kirchnerista o antikirchnerista, oficialista u opositor, neoliberal o progresista, todos ellos ropajes ideológicos que el desenvolvimiento político de las últimas décadas demostró vacíos de contenido, dado que se puede pasar con asombrosa facilidad de un sector al opuesto, a condición  de que el converso pueda seguir usufructuando cargos políticos.

El gobierno de manera intempestiva resolvió encarar lo que denominó “democratización de la justicia”, a través de medidas que no es el caso analizar en esta nota. Debe observarse inicialmente que se utilice el término “democratizar” tras treinta años de ejercicio ininterrumpido de gobiernos democráticos, y que lo utilice un gobierno que ejerce desde hace diez años el poder. Tan poco respeto siente por sì misma la clase política? También mueve a sospecha que la reacción transformadora la haya provocado la justicia Civil y Comercia Federal, supuesta protectora de “grupos monopólicos”, y no la justicia Penal Federal, encargada de proteger el patrimonio público de la acción delictual de funcionarios públicos asociados con grupos privados que actúan, ahora sí “monopólicamente”, en  los negocios espúreos con el Estado. Se critica al juez de las Carreras, que entiende en la ley de medios, como un defensor del “poder económico”, pero los mismos acusadores no aplican el mismo fervor ante los resultados de las investigaciones por delitos económicos y enriquecimientos patrimoniales escandalosos que involucran a funcionarios y empresarios, por parte de jueces federales como Oyarbide, Canicoba Corral, Bonadío y Servini de Cubría, a quienes los actuales funcionarios cuando no ejercían el Gobierno denominaron jueces emblemáticos del menemismo. Sin duda alguna que el actual funcionamiento de la justicia exige una profunda reforma, pero no para transformar a jueces honestos y capaces en complacientes , sino a la inversa.

El pasado jueves 18 se repitieron las multitudinarias manifestaciones convocadas básicamente a través de redes sociales, bajo consignas tales como la defensa de la democracia y la lucha contra la corrupción. Se contó con la tímida presencia entre la multitud de algunos políticos supuestamente opositores, guiados por la búsqueda de  votos que les permita seguir siendo legisladores, acentuando el convencimiento que todavía no ha surgido el político que encarne con fuerza y convicción reclamos mayoritarios y se ponga a la cabeza de los mismos. El intento de interpretar deseos y exigencias de los autoconvocados, reiteró la visión fascista de ciertos sectores autodenominados progresistas, al pretender desacreditar los reclamos en función de las supuestas clases sociales que los formulan. Acorde a este encuadre sectarista, los manifestantes que se expresaron en distintos puntos del país, con epicentro en la ciudad de Buenos Aires, responden a sectores medios y altos. Cabe preguntarles entonces a estos modernos Goebbles: a qué sectores involucró la corrupción que provocó los muertos y heridos en la tragedia ferroviaria de Once? O la reiterada ineficacia estatal que se transparentó en los inmensos daños en vidas y bienes por las recientes inundaciones en las ciudades de Buenos Aires y La Plata? A qué sector social pertenecen los funcionarios enriquecidos en la función pública y aparecen hoy en posesión de empresas, campos y propiedades varias, y que sin embargo no asistieron a la marcha? Posiblemente diría el ex presidente Clinton ante tal catalogación: “Se reclama la honestidad y eficacia en el manejo del patrimonio público, estúpido”

El tercer suceso lo constituyó la investigación periodística de Jorge Lanata referida al  posible lavado de dinero del empresario Lázaro Báez, cuyo patrimonio tuvo un crecimiento exponencial en la provincia de Santa Cruz como resultado de sus fuertes y reconocidos lazos políticos a nivel provincial y nacional. Si bien sus antecedentes como el de tantos otros empresarios no son nuevos, lo distintivo lo aportaron las confesiones de personajes subsidiarios como Elaskar y Fariña, que detallaron partícipes y metodologías de circulación de dinero de la corrupción. Como suele suceder con estas denuncias a partir de su instalación pública, se desató un aquelarre mediático que orillaba entre lo fellinesco en ciertos niveles, y la estrategia de la confusión para diluír responsabilidades en otros más sofisticados.

Sin embargo la expresión más preocupante no la pronunció Lanata, Fariña, Elaskar o Lázaro Báez, sino los responsables de la AFIP, Ricardo Echegaray, y el de la Unidad de Información Financiera, José Sbatella, cuando señalaron que investigarían la denuncia. Es impensable que la AFIP, que en el término de 48 horas responde a un ciudadano que solicita 1.000 dólares para viajar al exterior que no reúne las condiciones necesarias, o desde el más alto nivel político se denuncia a un operador inmobiliario por no presentar su declaración anual de bienes, no posea toda la información patrimonial y contributiva actualizada de los involucrados mencionados, como también de los que actúan como testaferros, intermediarios financieros, y responsables de las coberturas económico-legales de estas organizaciones. La pregunta entonces debe ser: porqué se oculta desde el Estado, a través de la AFIP, la Unidad de Información Financiera y la Sindicatura General de la Nación, que debe controlar a las sociedades comerciales, los escandalosos enriquecimientos ilícitos de funcionarios públicos y empresarios privados asociados, ya sea con o sin lavado de dinero?