Estas palabras fueron
pronunciadas infinidad de veces en relatos o películas del género policial. Hoy
las balbucean altos niveles políticos, judiciales, gremiales y empresariales, que
tuvieron importante participación en la trama de saqueos de recursos del Estado
en las dos últimas décadas. Circunstancialmente oficialistas u opositores,
transitaron con igual entusiasmo y disfraz ideológico, por el menemismo, la
Alianza, el duhaldismo y el kirchnerismo. La complicidad del poder judicial
permitió que cualquier corrupto, impávido, manifestara “creer en la justicia”,
o “ser inocente hasta que no se pruebe lo contrario”. En este lodazal,
complicidad, pragmatismo y oportunismo, se consideraron sinónimos. Por ello,
para evitar que los partícipes activos y pasivos del saqueo se aferren a la
trama de impunidad, deberemos evitar la trampa de adjudicar la corrupción
exclusivamente al kirchnerismo, como oportunamente se hiciera con el menemismo.
Qué cambió en estos últimos
meses? La irrupción de lo más temido por el delito y la propaganda política: las imágenes, exhibidas crudas a la
sociedad, de fácil comprensión para cualquier nivel social y educativo. Allegados
a Milagro Sala retirando bolsos de dinero del Banco Nación de Jujuy;
integrantes del grupo Báez contando millones de dólares en Puerto Madero; el ex
secretario de Obras Públicas arrojando de madrugada más de 9 millones de
dólares a un Convento de Orantes y Penitentes, de propiedad y conducción aún
desconocida.
En la desesperación, las
operaciones de “confusión y ocultamiento” perdieron sutileza, y apelaron a la
negación o a la estupidez. La más emblemática, es el anuncio de la extinción de
un principio fundacional del justicialismo: el ejercicio del poder centralizado
y vertical, ejercido por el líder. Más allá de algún reto autoritario por
televisión, designar a su sucesor presidencial, y poner a sus candidatos a
legisladores en las provincias, la presidente Kirchner condujo un conjunto de gobernadores
y organismos autónomos. El absurdo se esparció: los ministros o “superioridad”,
solo se limitaron a firmar expedientes armados por la “inferioridad”. Hebe de
Bonafini constató que José López fue infiltrado hace 30 años en el círculo de
Néstor Kirchner (no sería extraño que a De Vido lo infiltrara Franco Macri). El
descubrimiento de tres recintos bajo tierra en el interior del Convento al que
José López, en estado de éxtasis, pretendió donarle millones de dólares, abrió
un interesante debate: si se usarán como bóvedas, criptas o bodegas, obviando que
las tres alternativas son excelentes para ocultar dinero. El detenido narcotraficante
Pérez Corradi, no quiso ser menos: se niega ser extraditado a la Argentina,
porque “no cree en la Justicia”. Para desbaratar este ardid de la defensa de
Corradi, el juez Rafecas, después de ocho años de denunciado, comenzó a
investigar el posible enriquecimiento ilícito de José López.
Está claro que las recientes imágenes
de corrupción, dificultan enormemente la manipulación de la opinión pública a
través de técnicas mediáticas de desacreditación y encubrimiento, pese a los
esfuerzos de Navarro y Silvestre en C5N. Además, los procedimientos delictivos
presentados hoy en los medios de comunicación, como sobreprecios, testaferros,
facturas falsas, empresas intermediarias ficticias y sin capital, financistas
encubiertos, empresas “off shore”, son de práctica habitual desde hace décadas,
no solo en nuestro país. Inclusive en los casos IBM-Banco Nación (1994);
Siemens (1998), y Skanska (2005), existieron directivos confesos de pagar
coimas a funcionarios. Pero la escandalosa complicidad judicial, permitió que las
denuncias fueran banalizadas como simples espectáculos mediáticos, con rasgos
de telenovelas, mientras el país se empobrecía.
La prueba más contundente de esa
impunidad han sido los sobreseimientos a funcionarios por enriquecimientos escandalosos,
sin peritajes serios ni apelación de los fiscales. Ejemplos: matrimonio Kirchner
(Norberto Oytarbide-2008); matrimonio De Vido (ex juez Aráoz Lamadrid-2009);
José Manzur (Daniel Bejas-2014); Carlos Liuzzi (Luis Rodríguez-2015); Daniel
Scioli (juez de garantías Pablo Reale-2015); camarista Eduardo Freiler
(Martínez de Giorgi-2016), y muchos más.
La sociedad está aprendiendo que
corrupción no es un concepto abstracto, y el funcionario que coimea y/o roba,
“empobrece y/o mata”. Pero estamos lejos de un punto de inflexión. Todos los
actores permanecen aún en el escenario.
Buenos Aires, 29 de junio de 2016