Si existe un tema en el que no
hubo ni habrá “grieta”, es el referido a la corrupción estatal-privada. Es un
fenómeno mundial. La tentación es enorme: el dinero a sustraer es “el de los
impuestos de todos”, vale decir, dinero sin dueños identificables. Todo
comienza con el armado de una logística de sustracción e impunidad, de la que participan
funcionarios, empresarios asociados, testaferros, gremialistas, organismos de
control, jueces y fiscales. Las ideologías son irrelevantes: intervendrán peronistas,
radicales, progresistas, apolíticos, derechas, izquierdas, y hasta algún
integrante del clero. En los controles administrativos y judiciales se aplica un
principio de la economía liberal: “Dejar hacer; dejar pasar”.
Este circuito consolidado desde
hace décadas, tambaleó al asumir un gobierno de distinto signo político en diciembre
del 2015. Pero si bien se reemplazaron las cúpulas de organismos del Ejecutivo,
legislativamente el oficialismo es minoría. Y obviamente, se mantuvieron las
estructuras judiciales, gremiales y empresariales. En este contexto la red de
impunidad lucha denodadamente para sobrevivir. Una de las estrategias apela a la
propaganda política, cuya esencia consiste en influenciar y direccionar a la
opinión pública a través de estudiados mensajes breves y contundentes. No se debe
decir “Cambiemos es la derecha”, sino “Macri es la derecha”. Contra lo que se cree,
estos mensajes “simples” no se destinan solo a los sectores más postergados
económica y culturalmente, sino a todas las franjas sociales. En paralelo, existen
mensajes más sofisticados dirigidos a sectores llamados dirigenciales o de
poder. La brevedad del eslogan es reemplazada por textos, conceptos,
declaraciones en “off” y cifras nunca certificadas. También difiere el léxico empleado. Mientras en
el debate político predomina el agravio, la insustancialidad y denuncias
cruzadas, en las esferas privadas y judiciales desaparecen las adjetivaciones
rotundas: no hay jueces o fiscales corruptos, sino “lentos”. No hay empresarios
visibles que pretenden mantener prebendas, sino misteriosos “círculos rojos”. Como
voceros suelen utilizar a terceros que actúan a modo de oráculos de la antigüedad,
en los que sacerdotes o pitonisas interpretaban a los dioses o anunciaban
sucesos a través de señales físicas o simbólicas.
Vaya como ejemplo el artículo de
Marcelo Bonelli publicado en Clarín el día 17 pasado, titulado “Presidente:
¿porqué no va presa Cristina Kirchner?”. Se inicia con un fenómeno parasicológico,
al hacer referencia a una conversación que mantuvieran el ex Jefe del Gobierno
español Felipe González y Mauricio Macri “a solas” (el micrófono estaba
escondido en el florero?). La supuesta inquietud del español residía en saber “si
Cristina irá presa”. La pregunta en realidad es recurrente en medios de
comunicación, con resultados igualmente recurrentes: favorecer una vez más la
impunidad. Su eventual detención generaría debates estériles, sin determinar inocencias
y culpabilidades. Esa trampa ya se usó con Menem, que fuera detenido por corto
tiempo, y pese a estar condenado ejerce como senador. No debiera sorprender que
esta exitosa estrategia se use también con Lázaro Báez y José López, liberándolos
cuando cumplan dos años de detenidos, mientras jueces y fiscales continúan
lentificando las investigaciones. La pregunta correcta debiera formularse al
Poder Judicial: “Cuándo serán elevadas las causas a juicio oral y público, con fecha establecida?”
Otro interrogante no menos importante debiera responderlo los
integrantes del Poder Legislativo: cuándo aprobarán la ley de Extinción de
Dominio, que permitiría la
incautación por parte del Estado de parte de los fondos sustraídos? Por
ejemplo, los nueve millones de dólares de José López. Mientras no haya
respuestas, dejemos a Cristina en el Calafate enviando tweets contra el
gobierno.
La parte final del artículo de
Bonelli abandona las inquietudes morales de inversores extranjeros, para transmitir
inquietudes más mundanas del “círculo rojo” criollo: transparentar los precios
paralizó las ventas, y el negocio financiero de las tarjetas de crédito cayó en
picada; el Banco Central interviene para sostener el dólar; la apertura de importaciones;
la caída de consumo (no de precios). Un párrafo del artículo expresa que “Muchos
empresarios locales resolvieron postergar decisiones económicas hasta que se
aclare si la ex Presidente tiene reales chances electorales”. Dado que
el Estado jamás recuperó el dinero que le fuera sustraído, se debería
clarificar si las dudas consisten en establecer si la corrupción continuará, o
será desactivada y deberán competir sin la lecha materna del Estado.
Buenos Aires, 28 de marzo 2016