Los argentinos estamos siendo atacados nuevamente por
los buitres. Tan claro es el mensaje, que no hacen falta mayores explicaciones
ni agregar mucho más a la voz de alarma. La angustia cubre tanto al ciudadano
común como a sofisticados ámbitos financieros. Solo nos resta la épica de la
resistencia. Una pintada en un paredón de Buenos Aires resumía con precisión la
gravedad de la situación: “Patria o buitres”. Nada más ni nada menos.
Cabe preguntarnos qué son y cómo actúan los buitres,
para minimizar daños hoy, y protegernos en el futuro. Los buitres son aves
rapaces que suelen alimentarse casi exclusivamente de animales muertos,
transformados por descomposición en carroña. Se encuentran distribuidos en
todos los continentes, excepto la Antártida y Oceanía. Por estas
características, y a modo de metáfora, damos el nombre de buitres a grupos
financieros, que se aprovechan de desgracias o bienes ajenos para obtener
ganancias económicas desmesuradas. En nuestro caso, con el agravante que
cuentan con el apoyo “cómplice” de las más altas esferas judiciales de Estados
Unidos. Dado que nuestro país también posee buitres con objetivos similares, es
oportuno profundizar sobre las aves rapaces criollas.
En mayo de 1962, siendo Alvaro Alsogaray Ministro de
Economía, se realizó un severo ajuste fiscal, que incluyó la emisión de los
“Bonos del Empréstito 9 de Julio” amortizables a 25 años, con los que se
pagaron gran parte o la totalidad de los sueldos de estatales y jubilados. La
emisión fue tan grande en cantidad y plazo, que fueron considerados
bonos-basura, con bajísimo valor de reventa. Ello provocó que no fueran
aceptados en transacciones comerciales, o bien recibidos con una fuerte quita
de su monto nominal. Desesperados, muchos tenedores debieron venderlos a usureros
o financistas (hoy no existe diferencia entre ambos), a valor de remate, para
hacerse con dinero en efectivo. Poco tiempo después, el gobierno redujo el
plazo de pago a 10 años, con lo que los bonos se recuperaron, y los
“buitrecillos” vernáculos los canjearon a sus valores de emisión más intereses,
obteniendo ganancias desproporcionadas a
costa de los más débiles.
En enero de 1990, en el marco de una coyuntura
hiperinflacionaria, el gobierno de Menem implementó el Plan Bonex, por el que
los plazos fijos en moneda nacional de pequeños y medianos ahorristas fueron
confiscados, para ser devueltos en bonos públicos amortizables a 10 años. Los
“buitrecillos” compraron éstos bonos a los desesperados, haciendo un negocio
brillante pocos años después.
El 25 de septiembre de 2001, ante la aceleración de
retiro de depósitos provocada por la intranquilidad de los ahorristas debido a
una nueva crisis fiscal y de deuda, se promulgó la Ley 25.466, que declaraba en
su artículo 2° que “el Estado nacional en
ningún caso podrá alterar las condiciones pactadas entre los depositantes y las
entidades financieras, esto significa canjearlos por títulos de la deuda pública
nacional…” . Tan solo dos meses más tarde, el ministro Cavallo
anunció limitaciones en el retiro del dinero de los titulares de cuenta
(corralito); tras la caída de De la Rúa, asume Adolfo Rodríguez Saá y anuncia
el “default” de la deuda externa en medio de una ovación de legisladores y
aplaudidores; el 03 de enero de 2002 asume como presidente interino Eduardo Duhalde,
quien anuncia el 09 de enero la confiscación y pesificación de depósitos en
dólares (corralón). El mensaje político, peligrosamente repetido hoy, apelaba “al
esfuerzo patriótico de todos los argentinos”, que se plasmó en el salvataje de
grandes empresas y grupos financieros a través de la llamada “pesificación
asimétrica”. Este “esfuerzo patriótico” fue aprobado por los mismos legisladores
que votaran tres meses antes la “intangibilidad de los depósitos”.
Estos sucintos ejemplos, consecuencia de enormes
corrupciones estatales-empresarias, presentan una matriz preocupante por su
reiteración. Dijimos que los buitres se alimentan de carroña. Pasando al campo político-financiero,
es importante entender la mecánica de quienes recurrentemente dejan en
condición de carroña a los ciudadanos de nuestro país. De lo contrario, los
buitres de Wall Street, una vez satisfechos, pondrán nuevamente en acción a
nuestros buitres criollos, en sus especies neoliberales o nacionales y
populares. El dato no menor es que siguen haciendo política casi todos los buitres
del 2001/2002, quienes además tuvieron
notables incrementos patrimoniales personales durante la década ganada.