viernes, 29 de junio de 2018

TINELLI Y LOS POBRES

Es interesante analizar el modo utilizado por el empresario y conductor Marcelo Tinelli, como tanteo inicial para su eventual incorporación a la actividad política partidaria. En un reciente viaje a Jujuy con su familia, Tinelli se refirió a las condiciones precarias en las que viven los habitantes de zonas rurales. Su sorpresa y preocupación, que reiteró en oportunas entrevistas mediáticas, naturalmente se viralizò en las redes sociales. 

Este suceso permite un excelente punto de partida para reflexionar sobre dos aspectos habituales de los debates políticos: 1) crear adhesiones o rechazos al mensaje en base a las adhesiones o rechazos que provoca el mensajero; 2) como resultado de lo anterior, no profundizar acerca de la reiterada utilización de una supuesta preocupación por los pobres, que formulan las viejas dirigencias desde hace décadas. Que lo repita Tinelli es revelador, porque proviene de alguien exitoso que no se dedicò a la política partidaria. Incursionar en este análisis hace necesario sortear primero la trampa de “la grieta”. El concepto lo desarrollò el polìtòlogo y filòsofo alemán Carl Schmidt, inicialmente adherente al nacional socialismo, quien acuñò la teoría del amigo/enemigo como binomio esencial de la ciencia política. Resultò de enorme utilidad para el manejo de masas, por lo que lo usufructuaron y usufructúan por igual las extremas derechas y extremas izquierdas. 

Apliquemos la “grieta” vernácula a Tinelli. Acusaciòn: es un rico empresario oportunista en ocasiones asociado a grandes grupos económicos para hacer negocios (entre ellos Cristóbal López). Defensa: Tinelli trabajó toda su vida y creció con esfuerzo generando trabajo genuino (virtud que no muchos políticos pueden exhibir); si algunos de sus socios estafó al Estado, es responsabilidad de los organismos de control y funcionarios públicos asociados, no de Tinelli. Respecto a ser oportunista, en especial en política, solo cabe recordar la frase bíblica: “el que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Conclusiòn: Tinelli tiene derechos legítimos para incursionar en política. Pasado el filtro de la grieta, analicemos lo mas importante: su mensaje de presentación. Es escueto, simple y verdadero: Tinelli observò mucha pobreza en Argentina. Pero apeló a viejos cànones discursivos de eternos políticos, gobernadores, sindicalistas, empresarios, en especial de la comunicación, que comparten una condición curiosa:ninguno es pobre, pese a que atravesaron hiperinflaciones, incautación de ahorros a las clases medias, destrucción de las cajas jubilatorias, desconocimientos de las deudas asumidas por el Estado. Más aún; son màs ricos que cuando comenzaron a preocuparse por los màs pobres. 

Por ello, Tinelli renunciò a todo mensaje innovador que representara un cambio dialèctico y permitiera avizorar algo nuevo. Si Tinelli prestara atención detectarìa contradicciones imputables a las castas dirigenciales en su conjunto, y no solo del Ejecutivo, que no tiene mayorìas legislativas. Lo que no impide que parte de sus integrantes participen de estos “grandes acuerdos” de la vieja política. Tinelli podrìa preguntarse: porquè Palazzo del gremio bancario y Piumato del gremio judicial declaman defender a los pobres jubilados, mientras protegen sus regímenes de privilegio subvencionados por la ciudadanía? Porquè el Senado mantiene cajoneada desde hace dos años la ley de Extinciòn de Dominio, que permitiría recuperar parte de los recursos saqueados al Estado vìa corrupciòn? Porquè se promulgan y/o interpretan leyes para permitir que procesados y/o condenados por delitos contra el Estado puedan ser legisladores? Cómo hicieron Cristòbal Lòpez y muchos otros empresarios para defraudar al Estado por cifras millonarias en aportes patronales, sin que los defensores de los trabajadores actuaran?

Un mensaje innovador sería no hacer demagogia a costa de los pobres, sino concentrarse en identificar a los causantes de la pobreza. Para ello vale un concepto del reconocido economista argentino Roberto Frenkel: “Los conflictos en la Argentina no son por los pobres; son por los que màs ganan”. 

Buenos Aires, 29 de junio de 2018 

jueves, 21 de junio de 2018

EMPRESARIOS A EXÀMEN

Dado la degradación institucional, económica y social de nuestro país en las últimas décadas con la permanencia de las mismas clases dirigentes, es necesario variar los igualmente repetidos enfoques analíticos y discursivos. Para ello se podrían crear canales comunicacionales que faciliten que sean los ciudadanos comunes quienes formulen interrogantes a ser respondidos por diversos niveles de representación y/o poder. En newsletters anteriores se simularon “exámenes” con preguntas específicas que intenten evitar que se eludan respuestas precisas bajo el artilugio de incursionar en abstractos debates ideológicos o apelar a eslógans o estadísticas de veracidad incomprobable. Se analizó anteriormente a economistas, jueces y sindicalistas. Es ahora el turno de los empresarios.

El término empresario se consolida a fines del siglo XVIII con la Revolución Industrial, caracterizando a quien interrelaciona recursos materiales, trabajo y capital para producir bienes y servicios. Evaluarlos presenta una primera dificultad; a diferencia de la locuacidad mediática de políticos, economistas, sindicalistas y aún jueces, empujados por la reacción social contra la corrupción, en el empresario predomina la discreción, el silencio, el secreto. Utilizan la globalidad estadística como factor de presión pública (la industria, las pymes, las textiles), pero jamás presentan estudios de costos y menos aún, informan márgenes de ganancia. Su frase preferida es “trabajamos a pérdida”. Se expresan a través de las cámaras que los representan, lobbystas cercanos al poder político (ejemplo Mendiguren), y en un hecho inédito que realimenta la inflación, actúan muchas veces asociados con los sindicalistas, quienes cumplen el rol de presionar “en la calle”, para luego acordar aumentos que de inmediato son trasladados a la sociedad. El caso más reciente es el de los empresarios de transporte de cargas, cámara que conduce Daniel Indart, y el gremio de camioneros que dirige los Moyano, padre e hijo. Ambos hicieron paro; los primeros para que el Gobierno (o sea la sociedad), les subsidie combustibles y peajes; el gremio para lograr incrementos salariales por sobre la media. Demagògicamente invocan paritarias libres, pero durante las negociaciones las partes involucradas les hablan al Gobierno, para que se haga cargo. Excepcionalmente el reclamo es explícito: “El Gobierno debe intervenir más fuerte en las paritarias” (Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la UIA, La Nación, 17 de mayo de 2014).

Esta habitual asociación empresarios-sindicalistas adquiere ribetes más graves cuando acuerdan conjuntamente con funcionarios, financiarse y/o enriquecerse a costa de evadir sumas impactantes en impuestos y aportes patronales: Oil Combustibles; Grupo Indalo; OCA; Sancor; Cresta Roja, y una larga lista de empresas. La excusa para facilitar los negociados y/o salvar patrimonios propios indigna por su cinismo: crear y/o cuidar fuentes de trabajo.

En una organización social sana los roles son definidos: el sector político crea instrumentos de desarrollo y equidad; el sindicalista representa derechos de los trabajadores, la justicia cuida el cumplimiento de la legalidad, y el empresario aporta capital que se supone de riesgo, creatividad, profesionalidad. Que pasa cuándo éstos roles se confunden, intercambian o asocian, descapitalizando al Estado? Dejan de ser unívocos, y se superponen: son empresarios y políticos; son sindicalistas y empresarios, son jueces y políticos. Ello facilita prebendas, negocios fáciles sin riesgos económicos, y naturalmente, corrupción. 

Hay quienes equivocadamente asocian el concepto populismo con políticas distributivas virtuosas, pero sus consecuencias son las mismas que en un capitalismo salvaje: enriquecimiento desmesurado de los beneficiarios de las corruptas asociaciones estatales-privadas, y lógico crecimiento de la pobreza y marginalidad. En este esquema reclaman ser subsidiados los pobres, pero también enriquecidos empresarios exitosos gestionadores de prebendas. Es momento entonces que los empresarios, sindicalistas y funcionarios “buenos” predominen sobre los “malos”, y acuerden políticas que desactiven esta máquina de generar inflación, privilegios, desempleo y pobreza. No sorprendería que lo logren sin afectar salarios, si desarman los costos extras injustificados o corruptos que no van al bolsillo ni a la seguridad social del trabajador. En defensa de los empresarios genuinos, diremos que la conocida frase “el capital no tiene ideología” ya no se les puede adjudicar en exclusividad. Muchos políticos y sindicalistas tampoco parecieran tenerla.

Buenos Aires, 21 de junio 2018 

jueves, 7 de junio de 2018

CONSENSOS ENTRE QUIÉNES?


Es recurrente e inevitable que ante situaciones políticas complejas, distintos analistas políticos y representantes sectoriales reclamen un acuerdo político entre oficialismo y oposición para revertir una decadencia de décadas. Pero jamás identifican a los autores y garantes del eventual acuerdo. Resumen sus deseos en abstracciones tales como gobierno, oposición o similares, sin establecer referentes sectoriales con legitimidad de representación. Esta hibridez conceptual se manifiesta en denominar a la oposición “el peronismo”, sin referenciarlo con el receptáculo político-institucional que debiera otorgar organicidad y coherencia: el Partido Justicialista. Este fenómeno se refleja en menor medida en los radicales, quienes al menos mantienen la estructura UCR, más escenográfica que real. Ni hablar de los volátiles partidos menores. Esta realidad genera confusión en propios y extraños, y nos retrotrae a la pregunta del inicio: quiénes serían los autores y garantes de un consenso virtuoso?

Para intentar una respuesta sin entrar en intencionadas “grietas”  que eludan debates,  se debe partir de algunos supuestos: 1) Los rótulos peronistas, radicales y similares, deben ser completados con el término “dirigentes”, para no involucrar a los ciudadanos en su conjunto. 2) Hablar de peronismo en forma global como lo mencionan políticos y periodistas, elude señalar que en la Coalición Cambiemos abundan peronistas que no reniegan de ello, e integran el gobierno. Del mismo modo hay quienes se dicen radicales y se acoplaron al peronismo. 3) Contra lo que se supone, a partir de 1990 abundaron los consensos pero a nivel de cúpulas, con resultados nefastos. Veamos una reseña histórica.

El Partido Justicialista fue fundado por Peròn en el año 1946. El nombre de peronista o justicialista, sea presentándose como tal o conformando frentes con partidos menores, se mantuvo en las elecciones presidenciales de 1951, 1973, 1983 y 1989. En el 83 el PJ sufre su primera derrota electoral a manos de la UCR, sumando entre ambos partidos el 92% de los votos. En el 89 triunfa Menem con el Frejupo, con el PJ a la cabeza. En 1995 repite Menem con un Frente con predominio del PJ, y se quiebra el bipartidismo: la UCR salió tercera. La elección de 1999 exhibe el primer “consenso”: triunfa la fórmula De la Rúa (radical)-Carlos Alvarez (peronista). En el 2003, tras la crisis 2001/02, Menem triunfó al frente del PJ con el 24,45 % de los votos, pero no se presentó a la segunda vuelta, accediendo a la presidencia Néstor Kirchner con  el Frente para la Victoria. En esa elección, los partidos PJ y UCR sumaron solo el 25,16% de los votos. Los “consensos” no virtuosos se desataron. En el 2007 triunfó el FPV con la fórmula Cristina Kirchner (peronista)-Julio Cobos (radical). Ni Perón y Balbín lo habían logrado. En la misma elección compitió la fórmula Lavagna (peronista)-Morales (radical). El PJ no participó. En el 2011 triunfa nuevamente el FPV con Cristina Kirchner, superando al “consenso” UDESO, que presentó la fórmula Ricardo Alfonsín-González Fraga, y a Francisco De Narváez como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. El PJ como tal, obtuvo el 5,86 % de los votos. En el 2015 triunfó la Coalición Cambiemos sobre el FPV, del que se desconoce su futuro. El PJ por su parte, sacó el 1,64 % de los votos. 

Es evidente que la memoria de Perón no puede usarse para encubrir oportunismos y/o corrupciones actuales. Dos argentinos describen con precisión la mutación peronista. Exequiel Adamosky, profesor de historia en Londres, expresa en un reportaje: “En el peronismo, antes de los 90 la oposición al poderoso era más fuerte, y el componente asistencialista era complementario. Ahora su identidad pasó a ser la ayuda a los pobres, sin buscar a los responsables de la pobreza”. Julio Bárbaro, peronista genuino, señala: “Desde la muerte de Perón el peronismo se convirtió en un recuerdo que da votos, pero también en el receptáculo de las ideas de moda: el liberalismo con Carlos Menem, y la izquierda con Cristina Kirchner”.

En este contexto hablar de “consensos” y objetivos sin actores legítimos y confiables tanto del oficialismo y como la oposición, es repetir engaños. La tarea no será fácil; todos los responsables de la decadencia siguen vigentes. En el caso del genérico “peronismo” por ejemplo, a quiénes se debería convocar: a Cristina Kirchner, Schiaretti, Urtubey, Zamora, Barrionuevo, Gioja, Massa, Picheto, Moreau, Nito Artaza? A todos juntos quizás? El caso de los gobernadores es peculiar. Arman las listas sábana para legisladores nacionales, pero al momento de votar políticas acordadas con la Nación, definen a sus elegidos como librepensadores. Un último deseo: que los periodistas no entretengan a la ciudadanía con juegos infantiles como Mauricio o Cristina; peronistas racionales o irracionales (que para mayor confusión votan juntos). Y que los políticos sean coherentes con sus discursos, y alguna vez actúen en beneficio del país.
Buenos Aires, 07 de junio 2018