En la última reflexión,
señalábamos que la política de saturar con personal innecesario a diversos
organismos públicos, tiene como consecuencia restarles eficacia en su accionar,
para favorecer la corrupción. El denominado “clientelismo político” genera extendidas
tramas familiares, de amistad y favores debidos, que anula toda pretensión de los
funcionarios y empleados honestos y capacitados, de vulnerar las tramas de
impunidad. Quienes lo intentaron, fueron desalojados de sus cargos sin
miramientos, carentes de todo apoyo sindical.
Más graves aún, son las tramas
destinadas a “triangular” recursos del Estado a través de sectores privados
asociados, con enormes impactos económicos y sociales, que en la mayoría de los
casos incursionan en responsabilidades penales. Para no entrar en debates
estériles y encubridores, aclaremos que no es un fenómeno exclusivamente
kirchnerista, sino practicado desde hace décadas.
Un ejemplo del intento de
encubrir estas “triangulaciones” públicas-privadas con invocaciones patrióticas
y revolucionarias, nos la brindó recientemente la confesión de un excelente
comunicador social: Víctor Hugo Morales. Tras ser despedido en diciembre pasado
de radio Continental, lo que parecía un hecho contractual privado, Víctor Hugo
lo convirtió en una acusación contra el “gobierno fascista de Macri”, por
persecución política. Pero cuando se lo consultó acerca de los dueños de radio
Continental, Víctor Hugo perdió efervescencia, y expresó: “Yo no sé si es de Prisa o de un señor González de México o de un señor
Lorefice”. Cabe preguntarse: no se le ocurrió consultar al infatigable
Sabatella en su lucha contra los monopolios, quiénes eran los dueños? Por otra
parte, con quien firmó el contrato? Esta “triangulación” se repitió hasta el
hartazgo en otros medios de comunicación. Los panelistas de “678”, por ejemplo,
no eran contratados por el canal oficial, sino por la productora PPR de Diego
Gvirtz. De este modo, funcionarios, empresarios y periodistas “progresistas”,
hacían brillantes negocios con productos de bajos niveles de audiencia y
discutibles calidades profesionales, pero con adhesión política unidireccional irrestricta.
Fue el gobierno de Macri
responsable de estas bajas contractuales? Lamentablemente sí, al triunfar en la
elección presidencial. Pero no fueron necesarios llamados telefónicos desde el
poder político. Los empresarios acostumbrados a prebendas y evitar “el capital
de riesgo”, jamás solventarán programas a pérdida, y actuarán acorde a los
nuevos tiempos. Muchos de ellos, apelarán incluso al recurso de “vender” sus
activos casi inexistentes a empresarios menos conocidos en el mercado, para
diluir las responsabilidades público-privadas de origen. Bajo el aura virginal
de nuevos dueños, los compradores reclamarán nuevos aportes del Gobierno, y de
no lograrlo, concretarán la desaparición de las empresas. Esta metodología se extendió
a otros campos no tan visibles como el de los medios de comunicación. Al
momento, se conocen los casos de las empresas constructoras de Lázaro Báez; la
avícola Rasic, y Sol Líneas Aéreas.
Lo indignante de estas
operatorias, es pretender encubrir estos negociados entre funcionarios y
empresarios, bajo la invocación de “crear y/o salvar fuentes de trabajo”. Para desactivarlas
a futuro, lo que no será fácil, será oportuno que ante el “eslógan
encapsulado”, la sociedad comience a plantearse los siguientes interrogantes:
1) Quiénes son los dueños de las
empresas, y que garantías patrimoniales brindaron al Estado para responder por sus
empleados y por los aportes estatales recibidos?
2) Qué control ejerció el Estado (Personas
Jurídicas, AFIP, instituciones crediticias, etc.), respecto a constituciones
societarias, situaciones patrimoniales y cumplimiento de balances por parte de
las empresas?
3) Porqué razón los dirigentes
gremiales actúan tardíamente ante las crisis, y cuando lo hacen, exigen
respuestas solo del Estado, y nunca exponen públicamente a los empresarios
responsables?
En la columna de opinión del
próximo miércoles expondremos algunos casos históricos de esta circulación
corrupta de fondos públicos, que para muchos resultará sorprendente.