Todos alguna vez hemos participado en juegos de mesa.
Vienen en cajas, con fichas diferenciadas por colores que identifican a cada
participante, un tablero que define circuitos entre Salida y Llegada, y reglas
del juego. Aplicados sus elementos al llamado “juego político”, la caja se
llamará “Quiero ser presidente”; las fichas identificarán a precandidatos y sus
partidos; los circuitos para arribar al objetivo marcarán la estrategia
electoral, y el sistema electoral hará las veces de reglas del juego.
Abramos la caja. El primer problema surge con la
distribución de fichas: hay candidatos pero no partidos. Por lo tanto los
jugadores deberán acordar el agrupamiento de fichas en no más de tres colores,
que podrían llamarse: 1) Siempre gobernamos (Massa; Scioli; De la Sota;
Randazzo; Urribarri); 2) Queremos gobernar (Cobos; Binner; Sanz; Carrió y
Solanas); 3) Soy lo nuevo (Macri).
La complejidad del juego obliga a dos prerrequisitos ineludibles.
Que los participantes hagan aceptación expresa de sus deseos presidenciales.
Quien manifieste “todavía no es momento para candidaturas”, o bien “haré lo que mis compañeros de ruta me pidan”,
de inmediato deberá dejar su puesto a otro jugador. También deberán definirse
como oficialista u opositor, porque ello determinará premios y castigos a lo
largo del juego. Por ejemplo, si un oficialista cae en el casillero Lanata,
retrocederá cinco posiciones. Lo mismo sucederá si un opositor cae en el
casillero Víctor Hugo Morales. No hay que preocuparse; esta identificación tendrá
validez solo por un juego, por lo que los roles podrán intercambiarse en el
siguiente, lo que es habitual.
El grupo “Soy lo nuevo” de Macri aparece con una sola
ficha. Por esa razón, todo candidato-ficha de los grupos 1) y 2) que se enoje
por no ser apoyado y/o elegido internamente, podrá pasarse a “Soy lo nuevo”. En
todo juego es imprescindible el denominado “comodín”, que puede ser utilizado
por cualquiera de los jugadores participantes. Se denominará De Narváez, que
para esta función demostró no tener competencia. Puede estar a favor o en
contra de Scioli; Macri; Massa; Alfonsín, o cualquier otra opción, con pocos
meses de diferencia. Además, designarlo “comodín” neutraliza la posibilidad que
en medio del juego un participante grite “La ficha o vos”. A futuro, se analiza
incorporar como nuevo “comodín” a Leopoldo Moreau.
La estrategia electoral para recorrer los casilleros será
libre, con una limitación. No tendrá validez utilizar la frase “combatiré la
corrupción” para adelantarse 10 casilleros, porque la experiencia demostró que
es falsa. Hecha la excepción, podrán usarse
encuestas; hacer mímica, y prometer acciones de gobierno aunque posteriormente
no se cumplan.
Un serio inconveniente del juego, no resuelto hasta el
momento, y que generara fuertes discusiones entre jugadores, ha sido establecer
reglas del juego (sistema electoral) claras. Por ello se recomienda que previo
al inicio del juego, los participantes acuerden si se autorizarán candidaturas
testimoniales y/o ley de lemas. Las listas sábanas son inamovibles; no son
materia de negociación. También es recomendable aclarar previamente si en caso
de robo de fichas se retrocederán casilleros o no. Muchos infractores no aceptaron
sanciones, bajo el argumento de que el tema debería resolverlo la justicia. La
recurrencia de esta argumentación provocó que se esté analizando incorporar en
los próximos modelos del juego “Quiero ser Presidente”, la ficha Oyarbide.
Este juego tiene un gran éxito comercial, debido a la
enorme similitud con la realidad.