La futurología es una disciplina y un conjunto de metodologías orientadas a la previsión del futuro, imaginando escenarios posibles, para posteriormente planificar acciones destinadas a evitar o acelerar los sucesos previstos.
Aplicar la futurología al desenvolvimiento del sistema político argentino sería ocioso, no precisamente por la dinámica de la política en sí, sino por la existencia de un entramado legal en lo partidario y electoral, que posibilita que los cargos electivos de relevancia sean ocupados inevitablemente por las mismas personas desde hace veinte años. Para sustentar esta opinión, hagamos un ejercicio demostrativo hacia el futuro, que podrá ser verificado recién en el próximo año, cuando en octubre se realicen las elecciones nacionales legislativas para diputados, y en noviembre las provinciales para senadores. El punto de partida del análisis consiste en observar a quienes se les vencerá el mandato. Por el Frente Para la Victoria están Diana Conti, Kunkel, Recalde, Agustín Rossi, Jorge Yoma, y Depetri. Por la Unión Cívica Radical Alfonsín, Aguad y Gil Lavedra. Carrió por la Coalición Cívica y Gabriela Michetti por el PRO. Sigue un conjunto de agrupaciones menores que nunca se sabe como se sitúan en el espectro político: De Narváez, Amadeo y Solá por el Peronismo Federal; Sabatella por Nuevo Encuentro; Solanas por Proyecto Sur, y Stolbizer del GEN. Como senadores vencen los mandatos de Cabancich (se ignora a que partido pertenece); Pichetto y Filmus del FPV; Esstensoro por la Coalición Cívica; Romero por el Peronismo Federal y Pablo Verani por la UCR. A los señalados debemos agregarle la segura candidatura a legislador de Binner por Santa Fe, y los intentos de regresar a la función legislativa de Alberto Fernández y Leopoldo Moreau, ignorándose en ambos casos al frente de que agrupaciones y con que propuestas distintivas lo harán.
Ninguno de los mencionados renunciará a sus expectativas de ocupar bancas legislativas. Como no existen partidos con participación directa de afiliados para la elección interna de los candidatos, la integración de listas será producto de un único elector a nivel del oficialismo; por autoproclamación en el caso de agrupaciones menores que adherirán luego al oficialismo para alcanzar una banca, y en el peor de los casos, como resultado de fervorosas discusiones entre pocos dirigentes acostumbrados a negociar la distribución de los espacios mejor rentados. Para muchos sin embargo, la tarea para lograrlo no será sencilla, cuando no humillante. Felipe Solá buscará un indisimulado retorno al calor oficial con el único objeto de ser incluído en la lista del FPV. Otros, como Jorge Yoma, que nunca se apartó del oficialismo, intentará en lo inmediato fijar posturas disidentes con el gobierno en algunos temas para negociar su nueva inclusión el próximo año. Diputados como Conti o Rossi pueden abandonar la prédica de “Cristina eterna” si no son nuevamente seleccionados como candidatos. Los ejemplos dados indican a las claras que ni aún la tarea de la Presidente en el armado de las listas será tarea fácil. Más aún, en muchos casos las soluciones serán costosas para el erario público. Es recordado el enojo de Luis D¨Elía cuando no se lo incluyó como candidato en las últimas elecciones. Solo se calmó cuando su esposa integró la lista de diputados del FPV en la provincia de Buenos Aires, y todos sus hijos fueron ubicados en cargos públicos con altísimos sueldos.
El caso de las supuestas oposiciones, fundamentalmente para la sociedad argentina y la alternancia democrática, es mucho más grave. En la elección nacional legislativa de 2009 el oficialismo sufrió una inesperada derrota producto de la fragmentación del peronismo, obteniendo solo el 31,2 % de los votos. El dato impactante fue la derrota de Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, ante Francisco De Narváez por Unión-Pro. Se festejó el triunfo opositor como un logro que evitaría las mayorías automáticas legislativas, y abriría una tibia alternativa opositora. El fracaso fue estruendoso, al punto que los opositores de entonces presentan hoy nuevos realineamientos en sus agrupaciones, mostrando un nivel de fragmentación que hizo eclosión en la última elección presidencial, en donde el dato relevante no fue el 54 % del Frente para la Victoria y el 46 % del conglomerado opositor, sino que la Presidente le sacó… 37 puntos al segundo candidato!!! Cabe entonces preguntarse: cuál será la estrategia de las distintas variantes opositoras para que las voten en el 2013?
Como se observará, la futurología respecto a las elecciones legislativas del próximo año no es tal, y más allá de los porcentajes que obtengan las expresiones políticas participantes, el panorama no es halagüeño, tanto en lo referido a la renovación política como al mejoramiento del sistema democrático de representación. La Presidente deberá lidiar mucho más con sus divergencias internas y adhesiones “al modelo” costosas, que con lo que ofrezca una oposición dispersa, carente de alternativas de gobierno, incoherente en sus votaciones legislativas, y castradora de toda expresión política interna renovadora.
Luego de un diagnóstico ciertamente pesimista, es momento de generar optimismo recordando que toda crisis ofrece oportunidades. La forma de plasmarlas en realidades es conformar una oposición institucional coherente y estable a lo largo del tiempo, prácticamente desde sus cimientos. El hartazgo de los electores ante el permanente y oportunista cambio de los alineamientos políticos de quienes pretenden actuar como representantes de porciones del electorado, brinda a distintos estamentos de la sociedad civil una interesante posibilidad para reconstituir equilibrios en los sistemas de representación con la participación de nuevas figuras. A muchos de los políticos abonados permanentes de las listas para cargos legislativos, les cabe una sabia definición de Maquiavelo: “Quien cambia de bandos queda en ninguno”.