Un cambio de gobierno, en
reemplazo de quien ejerció el poder durante doce años ininterrumpidos, es
momento oportuno para reflexionar sobre vicios recurrentes en los diversos ámbitos
sectoriales de poder, para que alejados de grandilocuencias dialécticas,
encontremos un rumbo institucional que posibilite un desarrollo sostenible del
país. Especial interés reviste el sector empresarial, por su propensión a las
evasivas respecto al funcionamiento de las empresas, y a las opiniones
políticas públicas. Estas últimas se difuminan tras misteriosos “círculos rojos”,
o en trascendidos periodísticos enmascarados en el “off the record” (opino pero
no me expongo). Por ejemplo el pasado viernes, resaltaba en su columna del
diario Clarín Marcelo Bonelli: “Los
empresarios reclaman señales más claras”. En el desarrollo de la nota, no
se detallaban cuáles eran las señales pretendidas, y menos aún, que ofrecían
los empresarios como contrapartida.
En este contexto habitualmente
monacal del mundo empresario, el cambio de gobierno en condiciones
económico-sociales difíciles, presenta un fenómeno particular: sindicalistas
actuando como voceros de empresarios. Los sindicatos son organizaciones
colectivas de trabajadores aunados a partir de actividades específicas, para
defender sus intereses comunes ante empleadores y gobiernos. El sindicalista conoce
acabadamente el desenvolvimiento de su empresa en particular, y del sector en
general. Es sabido también que muchos de ellos amplían su rol específico para incursionar
en actividades políticas, siendo habituales participantes en mesas públicas de
debate.
Destacamos oportunamente la
necesidad de desactivar la vieja
práctica de iniciar negociados y/o maximizar ganancias empresarias, bajo
el reiterado señuelo de “crear puestos de trabajo y/o salvar puestos de
trabajo”. Por ello llama la atención la frecuencia con la que dirigentes
sindicales de sectores privados o mixtos, encabezan reclamos ante el Estado,
que debieran ser formulados inicialmente por los empresarios responsables. No
hay ingenuidad en este planteo. Debiera quedar públicamente aclarado, primero
si la empresa es viable, y luego si la amenaza de despidos buscan evitar
quebrantos, o mantener prebendas con ganancias injustificadas, a costa de los
recursos públicos. Citemos ejemplos cercanos:
Empresa avícola Cresta Roja. La crisis latente desde años atrás,
explotó con el resultado electoral. Solo por información periodística se supo
que pertenecía a los hermanos Rasic, y funcionaba con distintos subsidios del
Estado. En los cortes de ruta los gremialistas no reclamaban a Rasic, sino al
Estado. La justicia también se desperezó con las elecciones, y decretó su
quiebra (se embargaron bienes a Rasic?). Actualmente las plantas de Cresta Roja
en Ezeiza y Tristán Suárez, están explotadas por un consorcio de capitales
argentinos (Ovopror), hasta que se concrete su venta. De sus 5.000 operarios,
en esta etapa trabajan 500.
Sol Líneas Aéreas. Nuevamente vía periodística se supo que
pertenecía a un consorcio argentino (Horacio Angeli)-español (Air Nostrum),
sostenido por un extraño convenio con Aerolíneas Argentinas, que otorgaba al
“capital de riesgo” empresario, ganancias aseguradas.
Correo OCA. Pertenece al grupo RHUO, cuyo presidente es Patricio
Farcuh. Encabezados por Pablo Moyano, sus empleados reclamaron ante el Banco
Central, aduciendo que la no distribución en papel de los resúmenes bancarios,
implicaba la pérdida de 4.000 puestos de trabajo. Surgen dudas: esta cantidad de
empleados implica distribuir solo los resúmenes?. Hay empleados tercerizados?
Petroleras YPF-PAE-Tecpetrol. Ante la baja internacional del precio
del barril de petróleo, las empresas YPF, PAE (grupo Bulgheroni y la china
Cnooc), y Tecpetrol (grupo Techint), amenazaron con despidos de personal. Dichas
empresas explotan el yacimiento Cerro Dragón, en Chubut, que es el más
importante de Argentina. Al frente de los reclamos estuvo el sindicalista Jorge
Ávila. El gobierno nacional y del Chubut, hicieron un importante esfuerzo fiscal
para aportar nuevos subsidios, reconociéndo un mayor precio del barril. Los
empresarios por su parte, no formularon declaraciones, y se desconocen sus
aportes en el acuerdo.
En la intención de desactivar
recurrentes eslóganes falsos para posibilitar un verdadero cambio, nos
referiremos en la próxima reflexión al rol de los sindicalistas estatales, para
desentrañar posteriormente, la absurda y elitista estructura burocrática estatal.
Buenos Aires, 24 de febrero de
2016