miércoles, 18 de abril de 2018

PERONISMO, PJ O NOSTALGIA?

No repuestos aún de los enriquecedores debates provocados por una ignota e inclasificable Natacha, una decisión de la “Chechu”, como se apoda familiarmente a la experimentada jueza federal Romina Servini de Cubría, decidiendo la intervención del Partido Justicialista debido a su hartazgo por los sucesivos fracasos electorales, dio lugar a polémicas no menos fantasiosas. Si bien no quedó en claro si el triángulo conformado por la jueza, el derrocado Gioja y el interventor Barrionuevo se armó en base a la nostalgia o al presente, el entorno coral político como es costumbre, especuló con variados y maliciosos objetivos ocultos que incluyen la intervención de MM, cuyas iniciales según el código enigma de Natacha, pueden adjudicarse a “Manolo” Maquiavelo.

Dejando de lado la ironía a las que nos lleva la insustancialidad de muchos debates políticos, es oportuno establecer puntos de referencia para una posible clarificación del hecho. El justicialismo afronta una situación no habitual en otros países: no ha podido superar la dicotomía entre persona (Perón), y partido (Justicialismo). Al punto que quienes se dicen peronistas reniegan del partido, sea porque no los representa o por temor a su desprestigio. Con el tiempo, el peronismo se hibridizó en menemismo y kirchnerismo, convirtiendo al PJ en una cáscara vacía. La cáscara UCR al menos, si bien tiene una larga historia de desencuentros y divisiones, cobijó a nombres como Alem, Yrigoyen y Alfonsín, entre otros. Pero el mundo evoluciona en sus instituciones, usos, costumbres, tecnologías y marcos geopolíticos. En nuestro país en particular, la crisis del 2001-2002 fue leída correctamente por la ciudadanía, provocando el recordado “que se vayan todos”, que destruyó el tradicional bipartidismo. Pero solo a sus estructuras partidarias, no a sus responsables políticos, que tras distintos realineamientos se quedaron casi todos. Nacieron entonces franquicias disfrazadas de partidos, y tramposos sistemas electorales que permiten la perpetuación de dirigentes sin aval de la ciudadanía. Las invocaciones a Perón y Alfonsín transportadas al presente, no pretende dignificarlos sino usarlas para encubrir oportunismos y mediocridades de viejos y nuevos dirigentes. 

En este contexto, pretender aunar supuestas diversidades justicialistas tras la agrietada cáscara PJ, por lo ridícula, exhibe las enormes distancias que persisten entre el juego político y las necesidades de los ciudadanos, cuyos reclamos son mucho más simples pero siempre postergados: lograr un oficialismo y una oposición con capacidad y honestidad necesaria para acordar y lograr un crecimiento sostenido del país. En donde el que conduce no es el dueño “de la caja”, y el opositor que acuerda y enriquece no es un “colaboracionista”. Existe un antecedente a favor: Alfonsín y Macri nunca hicieron antiperonismo.

En 1972 se publicó un libro muy didáctico para entender el cinismo que encierra el usufructo del nombre de Perón. Su título es “Por qué Perón sigue siendo Perón?”, de Enrique Silberstein. El autor propone una respuesta clarificadora: no por sus dos presidencias, sino por su actuación previa como Secretario de Trabajo y Previsión. Período en el que se implementaron las reformas laborales y sindicales más trascendentes y recordadas (sistema previsional extendido, salario mínimo, aguinaldo, vacaciones pagas, etc.), que fueron avaladas por los gobiernos militares de entonces. Vale decir, se lo recuerda por transformaciones inéditas que se mantuvieron en el tiempo, las que se podrán actualizar, modificar, pero jamás anular. A partir del 45, el análisis del peronismo transita por los carriles usuales de éxitos y fracasos en los terrenos económicos, institucionales y políticos. En 1973 Perón asume su tercera presidencia, fallece en 1974, y dos años más tarde se produce el golpe militar. 

Desde entonces, muchas cosas cambiaron. El justicialismo perdió el monopolio de la representación popular; perdió identidad entre artificiales juegos de derechas e izquierdas. Y lo más grave, perdió su esencia de origen. De intentar promover entre el 43 y el 45 políticas que permitieran el ascenso social de muchos trabajadores, pasó a ser partícipe de crecientes niveles de pobreza que administran mediante dádivas, mientras sus dirigentes se incorporan entusiastas a los ámbitos de élite y empresariales que discursivamente critican. 

Buenos Aires, 18 de abril 2018

miércoles, 11 de abril de 2018

ENTRE TOTOS Y TOTAS


El papel es un material con más de dos mil años de antigüedad, consistente en una lámina delgada hecha con pasta de fibras vegetales mezcladas con otros productos molidos. Recientemente fue partícipe de tres hechos políticos, con personajes, mensajes y actitudes patéticas:  la entrevista a una “trabajadora de la noche” en un programa de televisión, la interpelación legislativa al ministro Caputo,  y la resistencia “sin grietas” de los legisladores para abandonar el subterfugio de venta de pasajes. Cabe reflexionar sobre las similitudes entre dichos casos. Para evitar innecesarias menciones partidarias, apelaremos al arte costumbrista de los apodos, llamando Toto a los personajes masculinos, y Tota a los femeninos.

El hilo conductor, como dijimos, será el papel. La cabalgata del cinismo comenzó con la “Tota” Natacha entrevistada en el programa televisivo de Mirtha Legrand. Moviendo una pila de papeles que sugería sustento documental, lanzó una catarata de denuncias de pedofilia contra figuras públicas, que podían llegar “hasta Olivos”. Al mencionar enigmáticamente a un periodista CP todos pensamos lo mismo; pero días después aclaró que era Carlos Pérez, que aún se encuentra oculto. A otro de los mencionados, el “Toto” Vera, con franquicia de representación papal vencida, se le permitió réplica en el mismo programa televisivo vía telefónica. Expresó su indignación plenamente justificada, pero en coincidencia con la “Tota” Natacha, también mencionó a los servicios de inteligencia, y al espía “Toto” Stiusso. Sin embargo, el afectado en su buen nombre y honor Vera, horas antes había denunciado a la legisladora Graciela Ocaña por enriquecimiento ilícito, con el patrocinio del dr. “Toto” Llermanos, abogado de los “Totos” Hugo y Pablo Moyano.  

En la misma semana fue interpelado en el Senado sobre “offshores” y deuda externa el único “Toto” genuino: el secretario de Hacienda Caputo. Existía la oportunidad de generar un debate público esclarecedor al encontrarse frente a frente economistas responsables en dos aspectos claves e  irresueltos por la clase política: el déficit fiscal (Kicillof), y crecimiento de la deuda (Caputo). Fue dilapidada en una sala atestada y clima de bulliciosa estudiantina. El clímax se produjo al final.  Aburrido tras cuatro horas de discursos, al “Toto” genuino se le ocurrió enviar un papelito a la “Tota” Cerruti, quien poniendo su mejor cara de actriz dramática moldeada en décadas como legisladora, se levantó como un resorte. Todos pensamos lo peor: el “Toto” genuino es un acosador. Pero se comprobó que solo sufrió un retroceso adolescente, recordando los papelitos que usaba para copiarse en las pruebas del Newman. Sorprendió la interpretación del “Toto” Rossi, quien ubicado detrás de la primera actriz, bramó contra los “accidentes” de la democracia. Ante el griterío del coro presente, el senador “Toto” Mayans bajó el telón.

Simultáneamente, medios de comunicación “ de grupos concentrados” publicaron una vieja inmoralidad legislativa: canjear papeles pasajes por papeles dinero, como si fueran bonos de inversión. Es sabido que para defender prebendas en los distintos poderes públicos no hay grietas. Pero sorpresivamente la defensora del subterfugio fue “la fiscal de la República”, la “Tota” Elisa Carrió. Expresó que ella recorre el país por tierra y no en helicóptero como el niño rico, que siguiendo la línea de la “Tota” Natacha llamaremos MM. Su declaración fue útil: ratificó que los pasajes no eran para “ir del trabajo a casa y de casa al trabajo” como decía Perón, sino para hacer política.

La suma de cinismos y disparates nos permite derribar un mito hacia futuro: los servicios de “inteligencia” profesionales no existen. De los espías se conocen antecedentes y biografías. Las operaciones de desprestigio para negociar impunidades la realizan conocidos “Totos” y “Totas” a cara descubierta. La familia Moyano por ejemplo, empleó al dolorido Vera para desacreditar a Ocaña. Los misteriosos operadores judiciales  son “Totos” populares: Javier Fernández; el “Tano” Angelici, el hermano del juez Lijo, entre otros. No es secreto que los expedientes de corrupción estatal-privada que ingresan a Comodoro Py se guardarán en el depósito de la impunidad. Por ello, las grandilocuentemente llamadas “operaciones de inteligencia”, por lo burdas y públicas, semejan a Peter Sellers interpretando al recordado inspector Cluzot en la serie de la Pantera Rosa.

Buenos Aires, 11 de abril 2018

miércoles, 4 de abril de 2018

POLÍTICA DE DISFRACES

El discurso político tiene un objetivo primordial: convencer. Conseguirlo implica apelar a estrategias de persuasión, según sea el fin perseguido por el emisor y los perfiles de los receptores. Pero a partir de la crisis institucional del 2001-2002, que trastocó partidos y discursos, eternos políticos intentan seguir vigentes a través de una añeja costumbre de carnaval: el uso del disfraz, cuyo fin era el de modificar el aspecto de alguien para no ser reconocido, o simular ser quien no se es. Trasladada al campo político, surgen matices entre el ayer y el hoy.

Los disfraces de ladrones, piratas y similares no son recomendables para políticos con antecedentes. Los asesores de imagen recomiendan los de superhéroes, personajes patrios, y el de férreo defensor de los pobres. Por otra parte, la concurrencia durante años de los mismos personajes a las fiestas de disfraces, elimina el sortilegio de no ser reconocido. Es habitual escuchar que el que se disfrazó de Perón, años atrás se había disfrazado de Yrigoyen. La situación se agrava cuando el disfraz individual intenta sostenerse en lo grupal, vale decir en lo partidario. Antaño, los ritmos musicales y sus pistas bailables eran tradicionales: justicialista, radical, socialista, derecha e izquierda. Pero a partir del 2001-2002 surgieron innumerables variantes rítmicas. El justicialismo se amplió a Federal, Frente para la Victoria y Unidad Ciudadana. El radicalismo sumó a sus zapateadores clásicos, los radicales K y los PRO. El socialismo se baila solo en Santa Fe, con destino de extinción. La derecha se diluyó como expresión unívoca, repartiendo bailarines entre partidos políticos, gremios y empresarios. Solo la izquierda mantiene cierta tradición; son pocos pero siempre divididos, actuando mancomunadamente solo en exhibiciones al aire libre en lugares que los políticos llaman “la calle”, con riego físico para propios y extraños. 

A los multicolores disfraces y ritmos musicales se les incorporó las lentejuelas brillantes de los términos absolutos y pretendidamente clarificadores: neoliberal, populista, progresista, social demócrata, golpista, fascista. Algunos melancólicos aún pronuncian las palabras oligarcas y gorilas. Ello permite adaptar un tema folclórico que se interpreta con charango y bombo a música electrónica. Ya sea por olvido o malicia, el único término que se omite mencionar es el recordado conservadurismo, que se aplicaba a las clases dominantes que obviamente buscaban “conservar” sus privilegios. Quizás porque políticamente mantiene vigencia a través de reelecciones indefinidas, listas sábana, nepotismos, prebendas legislativas, etc. 

Este recordatorio de las ceremonias ancestrales del carnaval, incluye misticismos e invocaciones espiritistas. Las sufrió Perón en vida, cuando jóvenes manifestantes voceaban “si Evita viviera sería montonera”. Más cerca en el tiempo, el ex radical Moreau para ser premiado con una banca, debió pronunciar en éxtasis que “si Alfonsín viviera sería kirchnerista”. Menos rotundo fue el mensaje recibido por su hijo Ricardo, que anunció que “mi padre no se hubiera callado ante una receta económica de la derecha liberal”.

Cómo actuar ante prácticas discursivas especulativas enmascaradas tras falsas ideologías? Eludiendo la trampa de los conceptos absolutos y “fidelidades” fluctuantes, priorizando antecedentes personales en cuanto a capacidad, honestidad y eficacia. Sirvan como ejemplo Abad, responsable de la Afip, y Todesca a cargo del Indec. De origen peronista, ambos cumplen con todos los requisitos para ocupar tan altos cargos. En este contexto merece un comentario un reportaje reciente a Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, que con jóvenes 38 años manifestó su deseo de incursionar en política. Cuando se le preguntó cómo se definía políticamente, se reconoció como socialdemócrata, con una “visión progresista de la sociedad”. Aclaró que las actuales expresiones políticas no lo convencen, por lo que trabajará por ”una nueva alternativa”. Cabe preguntarse: otra más? Participarán de ella repetidos políticos como mascarones de proa? Además señaló que Fidel Castro fue importante en su proceso formativo, y haber leído sus discursos. Fue un toque “progre”? No pudo encontrar expresiones más vernáculas que nos representen política y doctrinalmente? 

Lammens, joven e intelectualmente formado, puede ser una saludable alternativa de renovación generacional. Por ello debiera evitar presentarse en sociedad con un discurso ajado y demagógico. Caso contrario, sufrirá envejecimiento prematuro.

Buenos Aires, 04 de abril 2018