Existen dos vertientes clásicas para reflexionar sobre
política. Una de carácter utópico, representada entre otros por Platón, Santo
Tomás de Aquino y Rousseau, que nos propone que la política nos debe conducir a
una sociedad armónica y con bienestar general.
La otra, de carácter escéptico, que analiza la política como es y no
como nos gustaría que fuera, tiene como exponentes a Maquiavelo y Max Weber.
Si bien el discurso político se asienta en lo utópico
y falsamente moralista, el ejercicio del poder, muy especialmente cuando se
desea mantenerlo a lo largo del tiempo, apela al más crudo realismo. Se intenta
sintetizar la filosofía de Maquiavelo con la célebre frase “el fin justifica
los medios”, que provoca una falsa repulsa en los políticos. Pero si
abandonamos la seducción de las palabras y nos guiamos por lo incontrastable de
los hechos, la vigencia de su obra “El príncipe” es asombrosa, porque más allá
del contexto político en que la escribió hace ya más de 500 años, se sustentó
en algo que excede lo temporal: la condición humana. Más concretamente, la
condición para ejercer el poder y mantenerlo.
Citaremos solo dos de sus conceptos, que por su
vigencia nos permitirá iniciar la reflexión sobre nuestra coyuntura política
criolla, que hasta el momento va a contramano de la racionalidad para lograr el
normal funcionamiento de nuestro sistema democrático. “Es menester
que el príncipe tenga el ánimo dispuesto a cambiar según los vientos de la
fortuna y las circunstancias. Sabrá apartarse del bien mientras pueda y saber
entrar en el mal, si es necesario”. No podría asimilarse a lo que nuestros eternos políticos llaman pragmatismo? Ejemplo:
que casi los mismos que privatizaron YPF, veinte años después la reestatizaron,
siendo el único factor común en ambos casos el perjuicio económico para el país.
Escribió Maquiavelo: “Todos ven
lo que el príncipe parece, pero pocos comprenden lo que es; y estos pocos no se
atreven a oponerse a la opinión de muchos, que tienen la majestad del Estado
que les proteje”. No guarda esta expresión una increíble similitud
con lo que en la modernidad se conoce como “imagen”, en donde se gastan
fortunas entre consultores y publicistas, para transformar a los candidatos en
productos que “parezcan”, y a las ideologías en marketing político?
Un factor distintivo de nuestra realidad política, es
el mantenimiento de una misma clase dirigente durante al menos los últimos
veinte años. No solo política, sino gremial y empresarial. Paradójicamente ello
no posibilitó la existencia y continuidad de un proyecto de país, sino exhibió
fuertes oscilaciones entre supuestos neoliberalismos o progresismos, más
declamados que ciertos. Lo que sí se mantuvo inmutable es una metodología de
permanencia en el poder, ya no solo de gobierno, sino de cargos de
representación en general. Lograrlo significó destruir partidos políticos
sólidos; mantener sistemas electorales que limiten al máximo la capacidad de
decisión de los ciudadanos; y coptar todos los organismos de control a fin de salvaguardar
sólidos entramados de negocios entre funcionarios públicos y empresarios
privados asociados, muchos de ellos simples testaferros, para saquear recursos
y decisiones públicas. Todo ello con manifiesta protección judicial, salvo
honrosas excepciones. El plañidero reclamo de “institucionalidad”, que responde
a la vertiente utópica, solo es utilizado en las campañas electorales. Porque la
intención de continuar usufructuando las mieles del Estado por parte de nuestra
clase dirigente, exige el estricto cumplimiento de la vertiente del realismo,
excelentemente descripto por Maquiavelo. Esto explica la falta de alternativas
en nuestro país. Qué alternativas y a qué?
Hoy ya sabemos que, inevitablemente, gane quien gane, a
partir de diciembre de 2015 la dirigencia será la misma. A la ciudadanía solo
le resta, con la colaboración de organismos no gubernamentales de interés
público, y medios de comunicación no comprometidos con la mediocridad, sean o
no oficialistas, intentar fisurar al menos el tramposo mensaje que intenta
hacernos creer que existen oficialismos y oposiciones, o dicho de otro modo, exigiendo
al menos dos proyectos de gobierno claramente definidos y sustentables desde lo
político, para que la ciudadanía realmente pueda elegir.
Para avanzar sobre este diagnóstico, en la próxima
reflexión intentaremos identificar las características de las tres opciones con
caudal electoral para el 2015: 1)Vertiente justicialista, se presente como
oficialismo u oposición; 2) Vertiente radical-socialista, circunstancialmente
conocida como UNEN; 3)Vertiente partido nuevo conocido como PRO, con base en el
Gobierno de la Ciudad.