miércoles, 24 de septiembre de 2014

OBJETIVO 2015: CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE

Existen dos vertientes clásicas para reflexionar sobre política. Una de carácter utópico, representada entre otros por Platón, Santo Tomás de Aquino y Rousseau, que nos propone que la política nos debe conducir a una sociedad armónica y con bienestar general.  La otra, de carácter escéptico, que analiza la política como es y no como nos gustaría que fuera, tiene como exponentes a Maquiavelo y Max Weber.

Si bien el discurso político se asienta en lo utópico y falsamente moralista, el ejercicio del poder, muy especialmente cuando se desea mantenerlo a lo largo del tiempo, apela al más crudo realismo. Se intenta sintetizar la filosofía de Maquiavelo con la célebre frase “el fin justifica los medios”, que provoca una falsa repulsa en los políticos. Pero si abandonamos la seducción de las palabras y nos guiamos por lo incontrastable de los hechos, la vigencia de su obra “El príncipe” es asombrosa, porque más allá del contexto político en que la escribió hace ya más de 500 años, se sustentó en algo que excede lo temporal: la condición humana. Más concretamente, la condición para ejercer el poder y mantenerlo.

Citaremos solo dos de sus conceptos, que por su vigencia nos permitirá iniciar la reflexión sobre nuestra coyuntura política criolla, que hasta el momento va a contramano de la racionalidad para lograr el normal funcionamiento de nuestro sistema democrático. “Es menester que el príncipe tenga el ánimo dispuesto a cambiar según los vientos de la fortuna y las circunstancias. Sabrá apartarse del bien mientras pueda y saber entrar en el mal, si es necesario”. No podría asimilarse a lo que nuestros eternos políticos llaman pragmatismo? Ejemplo: que casi los mismos que privatizaron YPF, veinte años después la reestatizaron, siendo el único factor común en ambos casos el perjuicio económico para el país.

Escribió Maquiavelo: “Todos ven lo que el príncipe parece, pero pocos comprenden lo que es; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de muchos, que tienen la majestad del Estado que les proteje”. No guarda esta expresión una increíble similitud con lo que en la modernidad se conoce como “imagen”, en donde se gastan fortunas entre consultores y publicistas, para transformar a los candidatos en productos que “parezcan”, y a las ideologías en marketing político?

Un factor distintivo de nuestra realidad política, es el mantenimiento de una misma clase dirigente durante al menos los últimos veinte años. No solo política, sino gremial y empresarial. Paradójicamente ello no posibilitó la existencia y continuidad de un proyecto de país, sino exhibió fuertes oscilaciones entre supuestos neoliberalismos o progresismos, más declamados que ciertos. Lo que sí se mantuvo inmutable es una metodología de permanencia en el poder, ya no solo de gobierno, sino de cargos de representación en general. Lograrlo significó destruir partidos políticos sólidos; mantener sistemas electorales que limiten al máximo la capacidad de decisión de los ciudadanos; y coptar todos los organismos de control a fin de salvaguardar sólidos entramados de negocios entre funcionarios públicos y empresarios privados asociados, muchos de ellos simples testaferros, para saquear recursos y decisiones públicas. Todo ello con manifiesta protección judicial, salvo honrosas excepciones. El plañidero reclamo de “institucionalidad”, que responde a la vertiente utópica, solo es utilizado en las campañas electorales. Porque la intención de continuar usufructuando las mieles del Estado por parte de nuestra clase dirigente, exige el estricto cumplimiento de la vertiente del realismo, excelentemente descripto por Maquiavelo. Esto explica la falta de alternativas en nuestro país. Qué alternativas y a qué?

Hoy ya sabemos que, inevitablemente, gane quien gane, a partir de diciembre de 2015 la dirigencia será la misma. A la ciudadanía solo le resta, con la colaboración de organismos no gubernamentales de interés público, y medios de comunicación no comprometidos con la mediocridad, sean o no oficialistas, intentar fisurar al menos el tramposo mensaje que intenta hacernos creer que existen oficialismos y oposiciones, o dicho de otro modo, exigiendo al menos dos proyectos de gobierno claramente definidos y sustentables desde lo político, para que la ciudadanía realmente pueda elegir.

Para avanzar sobre este diagnóstico, en la próxima reflexión intentaremos identificar las características de las tres opciones con caudal electoral para el 2015: 1)Vertiente justicialista, se presente como oficialismo u oposición; 2) Vertiente radical-socialista, circunstancialmente conocida como UNEN; 3)Vertiente partido nuevo conocido como PRO, con base en el Gobierno de la Ciudad.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

LAS MÁXIMAS DE MÁXIMO

Finalmente Máximo, hijo de la Presidente, habló en público. Lo hizo en un estadio de fútbol ante aproximadamente unos  40.000 asistentes, según refieren las crónicas. Más allá del clásico debate en cuanto a número de asistentes a un acto masivo, la convocatoria tuvo una trascendencia que no cualquier político puede lograr, especialmente los acostumbrados a los confortables sets de televisión para promocionarse.

La escenografía habitual de este tipo de actos presentó algunos aspectos distintivos. Una amplia mayoría generacional  joven, y ausencia de patotas gremiales y barras bravas del fútbol  “cuidadoras del orden”. Indefectiblemente el orador tenía a sus espaldas a beneficiarios de cargos públicos bien rentados, con algunos funcionarios “veteranos” en la búsqueda de apoyo político para sus aspiraciones. Los concurrentes daban la impresión de no haber sido arreados por intendentes o gremialistas, con servicio de transporte, básico de bolsillo para actos, y choripán incluídos. La angustia de la necesidad de subsistencia que sufren quienes deben “hacer número” en las concentraciones, era suplida por el auténtico y siempre positivo entusiasmo juvenil, sanamente utópico en algunos aspectos.

Sin embargo, más allá de sofisticadas elucubraciones respecto al verdadero objetivo del encuentro,  el discurso se sustentó en lo más triste y rancio de la actualidad política argentina, apoyando ancestrales formas de nepotismo colonial. El reclamo, dada su condición filial, orilló el ridículo: si tan mala es mi mamá, porqué no dejan que se presente nuevamente al cargo de Presidente, y le ganan?, clamó Máximo. Como suele suceder en estas circunstancias, los obsecuentes de siempre, ya sin el beneficio de la juventud, salieron en apoyo del desafío barrial. Cabría preguntarse entonces, si un período de 12 años de gobierno ininterrumpidos, son insuficientes en un pretendido sistema democrático. Cuando decimos ininterrumpidos, es porque así será. Las permanentes denuncias de desestabilización son meros recursos distractivos. No hay que ser eximio analista para saber que el PJ (el pejotismo como decía Néstor Kirchner), jamás actuará para voltear un gobierno propio. Un ejemplo es el ex vicepresidente Carlos Alvarez, uno de los principales responsables de la crisis del gobierno de la Alianza en el 2001. Desde hace más de tres años ocupa cargos con generosos salarios en representación del gobierno en el exterior. Una campaña periodística, por su parte, puede esmerilar imagen, pero jamás voltear.

Sin embargo, sería injusto presentar el reclamo filial como extemporáneo, criticándolo desde el oportunismo fácil, y no en el marco de una pretendida sociedad moderna que estamos lejos de alcanzar. Se fundamenta  Máximo en su propia provincia, que tiene reelección indefinida; en gobernadores que transformaron a sus provincias en verdaderos cotos familiares y de negocios, coptando toda institución de control. En el “ex radical” Zamora, que instaló de apuro a su esposa como gobernadora en Santiago del Estero, al declararse inconstitucional su pretensión de presentarse una vez más al cargo. Todo esto en medios de sociedades empobrecidas dependientes de la prebenda de un cargo público o subsidios estatales humillantes que mantienen a sucesivas generaciones de ciudadanos en condiciones de extrema pobreza, y con una degradación permanente de la escuela pública que hace rato perdió su condición de “nivelador social”. Sin ir más lejos, recientemente el gobierno de Scioli  decidió anular los aplazos en las escuelas primarias, y designar docentes sin título. El éxito se consigue cumpliendo con los días de clase prometidos con una aceptable calidad de enseñanza, no ocultando estándares de nivel educativo.

Mucho más preocupante para la sociedad, es que el acto y el reclamo de Máximo desnuda la enorme mediocridad de la clase política para formular propuestas concretas de gobierno, o diseñar un futuro de país, como pomposamente les gusta decir a los políticos en programas de televisión. Ya no a mediano plazo, sino a octubre de 2015, para una vez en funciones actuar de inmediato. Esto incluye al propio oficialismo, cuando Scioli dice que será la “continuidad con cambio” (reconozcamos que Scioli es un maestro en hablar sin definir nada), hasta la supuesta oposición, embarcada en el minué de elegir compañero para la fiesta de 15 (perdón, para la elección del 2015), sin definir previamente una plataforma con políticas básicas que establezcan puntos concretos para debatir acuerdos o divergencias.

Máximo podría haber dicho con justa razón: aparte de las decisiones de mi mamá, alguien tiene otras propuestas a futuro?