Los regalos navideños del año que concluye despertaron
en los políticos una especial expectativa. Presurosos fueron los primeros en
abrir los paquetes con su nombre, para comprobar si contenían la respuesta al
motivo de tanta ansiedad: sus destinos políticos a partir del 2015. Quieren seguir
perteneciendo a la más privilegiada y codiciada jerarquía laboral de nuestro
país: la que Jorge Asís, con su habitual ironía, llamó la Planta Permanente de
los altos cargos públicos. Los beneficiarios no son egoístas en el usufructo,
sino que lo extienden a familiares directos y amigos.
La sustitución de partidos políticos tradicionales
consolidados por agrupaciones circunstanciales y amorfas bajo nombres
rimbombantes como Victoria, Renovación y Unión, hace más compleja la estrategia
de permanecer. Pero además genera una consecuencia nociva para la sociedad, que
debe mantener con sus impuestos la estructura administrativa-institucional
imperante; la multiplicación desmesurada de organismos y asesorías sin
responsabilidades específicas, algunos de nombres estrafalarios, o más grave
aún, designación de funcionarios en atractivos cargos con la misión de omitir,
paralizar, ocultar. El mejor ejemplo son los mal llamados Organismos de
Control. Esta desmesura se debe a la cobertura que la cofradía política,
circunstancialmente oficialista u opositora, brinda a quienes deben dejar la
Planta Permanente, sea por vencimiento de mandato, pérdida de elección, o
compromisos políticos. La alternativa de bajar al llano para trabajar como un
ciudadano más no está prevista.
Con un sistema al menos bipartidista consolidado, el
esquema se clarifica. Dentro de los partidos A y B se generaban las disputas,
los debates, las selecciones, hasta concluir en el candidato presidencial,
equipo y propuesta. Pero desde hace más de una década, se ofrece a la sociedad
agrupaciones sin identidad, cuyos objetivos casi exclusivos son alcanzar y/o
mantener el poder. Las ofertas electorales se particionan en escasos y
supuestos 25%, que obligan a permanentes negociaciones entre ellas, en
transacciones al estilo de “escucho ofertas”. Obviamente, todo atisbo de plan
de gobierno está ausente. Ya no sorprende que gobiernos autoproclamados
progresistas se apoyen en rancios gobiernos provinciales; que una emblemática
madre de Plaza de Mayo se abrace a un jefe de Ejército sospechado de la
desaparición de un soldado conscripto; o que un dirigente radical diga que
“Macri es mi límite” y haya ido a elecciones integrando lista con De Narváez.
En nuestro carácter de ciudadanos comunes intentaremos
transitar esta etapa veraniega lo más relajados posible, dejando que nuestros
políticos resuelvan como se ubican entre las alternativas A, B, C y D. Los
traspasos, obviamente, se darán con cargo bajo el brazo. Promesas vanas
abstenerse. No será tarea fácil. Vencen los cargos legislativos de, entre
otros, Víctor De Gennaro, Díaz Bancalari, Julían Domínguez, Roberto Feletti,
Claudio Lozano, Federico Pinedo, Patricia Bullrich, Carlos Raimundi, Eugenio Artaza,
Rubén Giustiniani, Luis Juez, Roxana Latorre, Graciela Giannettasio, Mario
Negri, Miguel Bazze, Andrés Larroque, Carlos Reutemann, Rotjés de Alperovich,
Ernesto Sanz, Carlos Verna, Facundo Moyano. Sumemos a los que pujarán por
ingresar a la Planta Permanente. El ex radical Leopoldo Moreau, por ejemplo, intentará
ser premiado por su reciente adhesión al proyecto kirchnerista, a costa de
usufructuar la memoria de Raúl Alfonsín, utilizándolo para comparar sus
objetivos de gobierno con los de Néstor Kirchner. Felizmente, para no saturar
el mercado, muchos de los que juegan a ser presidente o gobernador tienen cargo
legislativo por dos años más.
Diría Bill Clinton, uno de cuyos asesores trabaja para
Daniel Scioli: el problema no es perder ahora el tiempo con encuestas de
adhesión interesadas e inútiles, sino acordar los candidatos a gobernador y
armar las listas sábana de legisladores, estúpido!
En política, como en la vida, nada es permanente,
aunque muchos lo deseen. Como ciudadanos poseemos un instrumento temido por
asesores, publicistas y políticos: el voto. Sin prejuicios ni adhesiones
previas irrestrictas, pongamos a todos los candidatos, sus discursos y
propagandas, bajo la lupa.
Continuaremos reflexionando a partir de febrero
próximo.