“Los votos no son de los políticos; son de la gente”. Si bien supone una
obviedad, la frase es pronunciada por muchos políticos habituados al usufructo
del poder, manipulando todos los instrumentos democráticos que posibiliten a
los ciudadanos ejercer en plenitud sus derechos de información, participación,
y elección de sus gobernantes.
No sorprende entonces que,
tras los recientes resultados electorales, una vez más esos mismos políticos
intenten negociar “sus votos” poniendo precio a los rótulos “soy peronista”;
“soy radical” o “soy progresista”. Pese a que, paradójicamente, sean
responsables de haber retirado, a partir de 1999, al PJ y la UCR como ofertas
electorales populares con presencia nacional. El “progresismo” por su parte, solo atina a
presentarse en cada turno electoral bajo
aglutinamientos y denominaciones diversas. El riesgo de tal anomia, es la
perpetuación del Partido Único, integrado por “patas” peronistas, radicales, izquierdas,
derechas, feudalismos, entidades de derechos humanos politizadas y servicios de
inteligencia fascistoides. Todos generosamente sostenidos con fondos públicos.
En este contexto, politólogos,
periodistas y encuestadores no atinan elaborar diagnósticos y análisis, que no
se referencien en el ajado recurso de suponer cuantos peronistas, radicales o
progresistas, integran o simpatizan con cada una de las expresiones políticas.
Tamaña abstracción simplista y desactualizada, explica el estupor provocado por
los recientes resultados electorales. Este encorsetamiento conceptual, llevó a que
Aníbal Fernández sospeche que algunos intendentes, a los que supone con sus
votos “atados”, lo traicionaron. Los votantes en general, y de las provincias
de Buenos Aires y Jujuy en particular, no provocaron una revolución;
simplemente pidieron un poco de oxígeno. Quienes gobiernan desde hace décadas,
no pueden reiterar monocordemente que combatirán el narcotráfico, la
inseguridad o la corrupción. La mencionada
desaparición del PJ y la UCR como expresiones unívocas de alternativas de
gobierno, no tiene retorno. Pero ello no implica que el país se quede sin
partidos políticos. Por ello las Coaliciones que intenten reemplazarlos, deberán cumplir con mínimos requisitos de
identidad, conducción participativa y representación territorial.
Los seis partidos que participaron en la elección presidencial presentan
matices. El gobernante FPV, exhibe una dicotomía interna delirante: de ser
elegido, tendremos un Scioli muy kirchnerista o poco kirchnerista? El Frente
Renovador, por su parte, por muchos de sus integrantes y estrategias, hace
suponer que sus disidencias con el FPV tendrían que haberse dirimido en las
internas de las PASO. Rodríguez Saá se convirtió en un partícipe vitalicio en
toda elección, que utiliza para promocionar las bondades de San Luis. La
verdadera izquierda presenta un crecimiento saludable, que le permite obtener
canales de expresión institucionales. No queda claro el rol del progresismo al
momento de decidir alternativas concretas de gobierno. Más allá de la calidad de
algunos de sus integrantes, sus inocuas prescindencias hacen suponer que sus
líderes priorizan posicionamientos personales y renovación de bancas legislativas.
Finalmente, Cambiemos deberá amalgamar cuidadosamente su actual composición, para
adaptarla a las responsabilidades de gobernar la ciudad, la provincia de Buenos
Aires, y posiblemente la Nación. La sociedad decidió que no haya fuertes
respaldos electorales que incrementen recurrentes actitudes de soberbia, y provocó
el balotaje. Pero también supo castigar arcaicos caudillismos, renovando generacional y políticamente importantes
municipios, y demandando métodos de gobernar más modernos, eficaces y éticos. O
sea: mejor calidad de vida.
Macri y Massa, ante la posibilidad concreta de compartir espacios de
poder, afrontan una muy delicada instancia negociadora, mucho más legítima
ahora que previo a las PASO, como se reclamaba. Pero cualquier acuerdo deberá contener
salvaguardas que aseguren no repetir la nefasta experiencia del Frente Grande
en la Alianza, cuya cúpula tras la crisis, y con Carlos Alvarez a la cabeza, se
reubicó en el actual gobierno con altos cargos. Por haber sido quien más sufriera
el transfuguismo político, Massa entenderá esta necesidad. Finalmente,
esperemos que no surjan denuncias oportunistas. Sin embargo, Macri correrá el
riesgo de una operación en su contra nefasta: que Francisco de Narváez anuncie
que lo votará en el balotaje.