En
octubre próximo se realizarán las elecciones legislativas para renovar la mitad
de los miembros de la Cámara
de Diputados por el período 2013-2017, y un tercio de la Cámara de Senadores por el
período 2013-2019. Previamente en agosto, las agrupaciones políticas deberán
llevar a cabo las primarias (comúnmente conocidas como internas), abiertas,
simultáneas y obligatorias, para elegir a sus candidatos.
El
ciudadano común pensará razonablemente que para dichos actos eleccionarios aún
falta tiempo, pero no para quienes actúan y especialmente viven de los cargos
políticos. Se responderá que más allá de los deseos particulares, existen las
limitaciones que impone la legislación electoral vigente, pero el cumplimiento
de las leyes no es una de nuestras virtudes. Si no es posible el recurso de la
“interpretación” de las leyes acorde nuestros intereses, muchas veces por parte
de los mismos que las promulgaron, lisa y llanamente se las incumple. Por ello
analizar el proceso preelectoral desde ya, a seis meses de las elecciones
primarias, será mucho más útil para el votante que recién prestar atención a
los candidatos durante el período de campaña. Ello es así porque los políticos
involucrados en este período priorizarán sus situaciones personales,
especialmente los que desean repetir como diputados y senadores, por sobre la
elaboración en bien del país de construcciones políticas serias y valederas con
visión de futuro.
El
devenir político diario se encuentra condicionado por mensajes diversos en los
que muchas veces es difícil detectar lo cierto de lo especulativo, o lo posible
de lo delirante. Sin embargo el transcurso del tiempo no debe ser en vano,
porque muy posiblemente lo que sucederá en octubre próximo ya pasó
anteriormente. En principio es muy difícil que el voto ciudadano pueda evitarlo
en lo inmediato, pero sí podemos plantear temas que a la clase política no le
interesa incluir en su agenda, pero que debería responder ante los requerimientos
e inquietudes de la ciudadanía, independientemente de sus simpatías o
ideologías, como forma de aproximarse a la valía y honestidad intelectual de
los candidatos. Citemos un ejemplo.
Recientemente
en una solicitada a toda página en los principales medios gráficos, el diputado
Francisco De Narváez planteaba a la sociedad “Es Ella o Vos. Y nosotros
estamos con Vos”. Pero “Vos”,
yo, Ud., somos ciudadanos con mayor o menor nivel de información, que deberemos
votar para ser “representados” en función de los compromisos que asuma el
candidato. Por lo que la pregunta a formular a De Narváez y al resto de los
candidatos debería ser: que hiciste VOS cómo legislador en los
últimos cuatro años? Cómo votaste las leyes que implican grandes
compromisos económicos para el país a futuro? (jubilaciones, reestatizaciones,
decretos de necesidad y urgencia; manejo de las reservas del Banco Central);
qué control legislativo realizaste de los compromisos asumidos por el Ejecutivo
en la aprobación de las leyes? Cuál fué tu nivel de asistencia a las reuniones
de comisiones y sesiones legislativas? Qué proyectos de ley presentaste?
Esta
información es esencial en una instancia en que la minimización de los partidos
políticos hace que los candidatos carezcan de estructuras políticas sólidas que
los respalden, permitiéndoles un manejo personal y autónomo una vez asumido el
cargo. Hasta no hace mucho tiempo era impensable que los partidos
justicialista, radical y socialista no participaran de una elección a nivel nacional
en carácter de tales. Sin embargo, no lo hicieron en las últimas elecciones ni lo
harán en la próxima. En su lugar veremos siglas tales como Frente para la Victoria , UDESO, FAP, u
otras fantasías similares, que se caracterizan precisamente por ser flexibles
receptáculos de oportunidades en momentos electorales, en lugar de constituir estructuras
políticas consolidadas, y detalle no menor, interconectadas en el ámbito
nacional. Paradójicamente, los mismos políticos que promueven variadas y
mutantes nuevas alianzas, critican a la recordada Alianza triunfante en la
elección presidencial de 1989, muchos de cuyos integrantes, encabezados por el
renunciante vicepresidente Carlos Alvarez, forman parte del actual gobierno. Una
torpeza política quizás? Si de mantener a los mismos políticos coptando los
principales cargos de representación se trata, debemos evaluarla no como
torpeza sino como estrategia.
Incursionar
en un análisis más detallado que avale las hipótesis planteadas, exige
delimitar los campos de estudio, diferentes entre sí, pero necesariamente interrelacionados.
A tal efecto podemos destacar los siguientes aspectos:
1)
Antecedentes
inmediatos: elección nacional legislativa de 2009, y presidencial de 2011.
2)
Marco legal electoral
existente
3)
Puja política actual y
proyección de la elección legislativa de 2013 en la presidencial de 2015.
4)
Porqué hay frentes,
alianzas y coaliciones, y no partidos políticos consolidados?
5)
El cargo de
representación legislativa debe ser del partido o de la persona?
6)
Campañas
publicitarias: diferenciar entre la promesa y lo posible.
Iremos
desgranando cada uno de estos aspectos en futuras reflexiones, para no
desaprovechar esta posibilidad de análisis y crecimiento cívico. Si bien es
impensable que en los escasos ocho meses
que restan para la elección nacional se produzcan cambios estructurales de
fondo, se puede sembrar el camino para llegar en las mejores condiciones posibles
a la elección presidencial de 2015. El equilibrio de poderes y la alternancia
democrática en una república son conceptos a los que, al menos públicamente,
todos adhieren. Pero como este principio usualmente no se promueve desde el
poder, el buen político es el que lo hace posible desde el llano.