miércoles, 29 de enero de 2014

PREVENTIVAMENTE, PONERSE LOS SALVAVIDAS

Mayo de 2013. Hace tan solo diez meses. En un debate televisivo entre el diputado del FPV Roberto Feletti, y el entonces presidente del Banco Ciudad Federico Stuzzeneger, del PRO, este último afirmó que para que el sector productivo recupere competitividad, el dólar tenía un atraso del 30 al 35 %. Feletti  lo acusó de devaluador neoliberal, lo que reafirmó posteriormente el senador Aníbal Fernández. Para despejar dudas, la Presidente declaró que no realizaría una devaluación “a costa del hambre de los argentinos”. La cotización oficial del dólar en el último día de mayo fue de $ 5,28. Al día de ayer alcanzó los $ 8,00, o sea una devaluación del peso superior al 50 %. Los partícipes de la polémica, que tenían funciones ejecutivas de gobierno relevantes y supuestas ideologías antagónicas, mostraron que sus diagnósticos fracasaban estruendosamente a pocos meses de formulados.

Qué reflexiones puede provocar esta dura realidad, sin caer en la trampa de sumarse a las falsas polémicas sectarias, o a críticas simplistas y distractivas al poder hegemónico de una sola persona, como si el resto de los actores políticos, empresariales, gremiales y judiciales fueran inocentes víctimas con excelentes sueldos públicos, y en demasiados casos, con desmesurados negocios privados también con fondos públicos?

Inicialmente se proyecta una realidad sustentada en los antecedentes de las crisis económicas recurrentes y destructivas de los últimos 50 años, identificadas por décadas (60; 70; 80; 90; 2000 y 2010), que mantienen asombrosamente una misma matriz. O no tan asombrosamente, pues explica parcialmente  porque la clase dirigente no se renueva durante largos períodos, al amparo de sistemas electorales que limitan al máximo las opciones de los ciudadanos para elegir representantes, y el mantenimiento de longevos entramados de impunidad entre sectores dirigenciales, gremiales y judiciales, al punto que nos parezca natural que cargos de gobernador e intendente en muchos casos sean casi hereditarios, o puestos legislativos,  administrativos y judiciales, estén plagados de familiares directos de altos funcionarios.

Para entender la situación en la que estamos inmersos, y peor aún, avizorar su desenlace, no es casual la metáfora del título de la reflexión, respecto a “ponerse los salvavidas”. La frase “la Argentina está en crisis”, que escucharon y vivieron todas las generaciones de argentinos, es extremadamente abstracta, y por lo tanto no clarifica causas y efectos. Los naufragios de las décadas pasadas, y sucederá ahora, no tuvieron las mismas consecuencias según sean los pasajeros del crucero PAÍS.

Rememorando a los viejos trasatlánticos, los que viajan en primera clase tienen sus botes salvavidas adecuadamente preparados, los que les permitirá salvarse sin inconvenientes,  y una vez llegados a tierra, manifestar que serán necesarios sacrificios “de toda la sociedad”, y mantendrán sus privilegios para “salvar las fuentes de trabajo”. Los funcionarios por su parte, harán un ajuste simbólico de ingresos, y sortearán sin mayores daños personales y familiares la crisis.

Los de tercera clase ni siquiera tienen previstos salvavidas, por lo que solo podrán nadar, y si salvan su vida, engrosarán las cada vez más extendidas villas mal llamadas de emergencia, y seguirán al puntero político de turno para obtener dádivas de subsistencia. Si su sostén no es ya un puntero sino un alto funcionario, podrá alcanzar un nivel empresarial interesante actuando como testaferro.

Finalmente, llegamos a la clase turista, destinataria de los salvavidas: la criticada y muchas veces acusada de egoísta clase media, integrada por empresarios y productores medianos y pequeños, profesionales, comerciantes, empleados, obreros, trabajadores independientes, estudiantes. Todos ellos acostumbrados a subsistir y progresar con su propio esfuerzo a tiempo completo, a diferencia de quienes son simultáneamente funcionarios, empresarios y dirigentes deportivos, y suelen pregonar la virtud de sus actividades polifacéticas por supuestos beneficios a la sociedad.


Queda claro entonces porque la clase turista (clase media), deberá utilizar los salvavidas que inteligentemente la empresa naviera CLASE DIRIGENTE les proveyó. Es la que afrontará con la depreciación y/o confiscación de sus ahorros;  la licuación de su capital; la degradación de sus salarios y su calidad de vida, la nueva salvación del país.