“Quién habla?: Soy
Cristina pelotudo”. Cristina es la ex presidenta de la Nación, y el “pelotudo” es
Oscar Parrilli, director general de la Agencia Federal de Inteligencia entre
agosto y diciembre de 2015. El diálogo se reprodujo en medios de comunicación
como resultado de una grabación “secreta” del contacto telefónico entre ambos.
Con el cambio de gobierno, fue designado en su reemplazo el escribano Arribas,
con vastos antecedentes en la representación e intermediación de jugadores de
fútbol, lo que hace suponer un nivel de “pelotudismo” menor al de un burócrata
atado a lo discursivo, pues el ámbito de los clubes de fútbol congrega a
actores relevantes de sectores públicos y privados, no precisamente
transparentes.
Desactivado el inocultable fin de afectar a las investigaciones
de corrupción y con independencia de lo que suceda con el fiscal Stornelli, el caso
D`Alessio abre una oportunidad para profundizar en uno de los tantos nichos de
corrupción estatal, como es el del supuestamente sofisticado mundo del
espionaje. Espiar significa observar, escuchar, acechar, husmear con disimulo
para conseguir información. Es en principio una mera tarea de campo. La tarea
de procesar la información para tomar decisiones, exige entender, razonar, comprender
el entorno, y se llama inteligencia. Tanto el espionaje como la inteligencia pueden
aplicarse a fines loables como delictivos. Cuando se desarrollan en un
organismo estatal bajo conducción política del Ejecutivo y control legislativo
de la Bicameral, su rol institucional supone actuar en defensa de intereses de
la Nación. Tras esta generalización, surge un interrogante: con sistemas
políticos y judiciales infectados de corrupción, pueden pretenderse sistemas de
inteligencia probos? Imposible. Sería como que una dictadura tenga servicios de
inteligencia democráticos. Asimismo los servicios de inteligencia deben poseer
profesionalidad y reserva para ser eficaces; cumplen estos requisitos los
personajes que van subiendo al escenario del Juzgado de Dolores? Finalmente la
gran pregunta: en un contexto en que gran parte de los políticos no ven, no
saben o no quieren hablar de corrupción, el accionar de los involucrados en el
caso D`Alessio tienden a denunciar o a proteger la corrupción?
La respuesta la deberá dar el juez federal Ramos Padilla, quien
realizó una investigación preliminar con sorprendente velocidad, lo que en la
justicia argentina ya es motivo de sospecha, y declaró ante dos comisiones parlamentarias.
Definido el campo de acción, surge una nueva duda: existen realmente servicios
de inteligencia profesionales, o los mismos son usados para encubrir y lucrar
con la desaforada corrupción estatal-privada? Es difícil pensar que sea un agente
encubierto de la DEA, del FBI y del Mossad, que reparte tarjetas en tal
condición y concurre a programas de televisión. O que sean agentes de
inteligencia conocidos ex policías de la bonaerense retirados o sumariados. Tampoco
es creíble que avezados empresarios con contactos políticos o integrantes del
poder judicial, declaren haber sido “engañados” por D`Alessio. La ausencia de
ingenuidad es la única condición que comparten la política, el poder judicial,
espías y bandas delictivas. Pero si coinciden en su capacidad para las puestas
en escena, con apoyos periodísticos. Es como si Al Capone declarara su
preocupación por los niños pobres del Bronx.
En esta instancia de la atractiva novela policial en la que
jugamos a ser investigadores principiantes, debemos eludir la banalización de dos
conceptos: el del “arrepentimiento”, y el de la condición de confidencialidad
que deben cumplir quienes actúan como agentes de inteligencia. En cuanto a la
confidencialidad, no sería más razonable que relevados de este requisito sean
citados a declarar en sede judicial los integrantes de la multipartidaria Bicameral,
para determinar inicialmente si el grupo delictivo tiene infiltrados y/o lazos con
la AFI? Evitando que se repita la causa de sobornos en el Senado, que tuvo una amplia
cobertura mediática, y al momento de declarar, comenzando por Hugo Moyano,
nadie aportó elementos de prueba. E integrantes de la entonces SIDE, relevados
de la confidencialidad por la ex presidenta Cristina Kirchner, negaron haber
aportado los fondos. Pudieron haber existido las coimas? Sí, pero transcurrido
lo político-escenográfico y al momento de la verdad, la cofradía de impunidad
se abroqueló. Peor aún, el tribunal resolvió que se investiguen al ex Jefe de
Gabinete Alberto Fernández, al
legislador Anibal Ibarra y al operador Daniel Bravo, por sus intervenciones y declaraciones
sospechadas de falsas. También se resaltó la parcialidad del juez Rafecas.
En cuanto a la ley del “imputado colaborador”, la misma es
aplicable si el declarante aporta elementos probatorios consistentes, no mera
declaraciones mediáticas que resulten impactantes o relatos. El último ejemplo
lo brindó el prófugo empresario Samid, acusando al fiscal de haberle pedido una
coima de más de un millón de dólares, para luego reconocer que había mentido. De
ser falsas o irrelevantes, la pena que le corresponde al declarante se verá
incrementada. Pero sorprende que en condición de magistrado, el fiscal Bidone pretenda
declarar en busca de la verdad en condición de arrepentido.
Todas las causas de corrupción en trámite son graves, incluida
la que maneja Ramos Padilla. Por eso es necesario estar atentos a que una vez
más, las instancias de investigación, juicio y sanción, se diluyan en
operaciones para mantener impunidad. Y que
en los policiales argentinos, nunca se descubran y/o condenen a los asesinos.
Buenos Aires, 24 de abril de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario